Los vinos argentinos con los nombres más locos

Ponerle nombre a un hijo es una tarea difícil. Pero más difícil aún es registrar marcas de vino argentino que no estén inscriptas y protegidas. De ahí que, en los últimos años, la creatividad se cruzó con la oportunidad y así nacieron algunas historias locas que dieron origen a los insólitos nombres de algunos vinos. En esta nota de Vinómanos.com van algunas de las historias más singulares y poco conocidas de las marcas del vino argentino:

Sunal o el vesre criollo. Los Valles Calchaquíes son escenario de una reconversión vitivinícola con jóvenes enólogos que lograron aggiornar la imagen de sus vinos. Entre estos se encuentra Agustín Lanús, porteño de nacimiento y cafayateño por elección. Luego de años de estudio enológico en Europa, a su regreso llamó a sus primeros vinos del NOA Altos Terruños, nombre que debió descartar dado que el gigante chileno, Concha y Toro, ya cuenta con la marca Terrunyo. Tras varios intentos fallidos por desarrollar algunas marcas y darse cuenta que “está todo registrado”, su socio estadounidense, David Galland, le sugirió SUNAL, un supuesto vocablo quechua que extrañamente nadie había registrado y que estaría vinculado al sol y la altura. Hechos los tramites, David confesaría la broma: “Sunal, es Lanús al revés y lo bueno es que contiene la palabra Sun (sol en inglés) y Al, de altura, dos factores claves para nuestros vinos calchaquíes”, dice Agustín. Entre sus creaciones destacamos Sunal Ilógico, un Malbec de altura elaborado con uvas de Gualfín, Luracatao y Pucará.

Pintom, el emotivo. Gabriel Dovskin es un pequeño productor posicionado en el top of mind de los enófilos más curiosos. Sus vinos son Y la nave va Malbec y un Pinot Noir cuyo nombre le aseguró un lugar en esta nota. “Recién en 2014 logramos cosechar y vinificar nuestro Pinot Noir de El Cepillo, un hecho que nos tenía muy entusiasmados aunque ese año otro asunto tenía toda mi atención, mi esposa estaba embarazada de mi primer hijo”. Como era de esperarse aquella vendimia transcurrió entre Mendoza y Buenos Aires hasta que el 2 de abril finalmente Tomás llegó al mundo y ese nacimiento coincidiría con que “el Pinot Noir se decidió a fermentar y cuando volví a Mendoza encontré que los chicos de la bodega lo habían bautizado Pinot Tomás. Bastó unir ambas palabras y nació la marca más fuerte que pude imaginar”. Hoy, sin dudas, Pintom 2017 es el vino de cabecera de cualquier fundamentalista local del Pinot Noir.

Pala Corazón figura en el diccionario mendocino-castellano. Nacido en una familia ligada al arte y la vitivinicultura, Lucas Niven es uno enólogo irreverente en la escena local. Con varios años de trabajo en importantes bodegas y estudios en Estados Unidos, en 2010 decidió encarar su propio proyecto a partir de una pequeña bodega familiar. El proceso creativo para la marca fue un brainstroming familiar en el que las ideas no lograban pasar el registro de marcas de vino argentino. Hasta que un día su madre, la artista plástica María Cristina Cansado, le acercó un recorte de diario que contaban la historia de la pala de punta corazón, o zapa como la conocen en Cuyo. “Es la que se utiliza en los viñedos para conducir el agua. La relación de la pala corazón y el desarrollo de la vitivinicultura mendocina es el trabajo y el esfuerzo”, explica Niven. De manera que así nació su marca mientras que el diseño fue obra de su madre, quien suma a cada varietal diferentes términos y conceptos que aseguran buena vibra a la etiqueta. Si todavía no conoces los vinos de Niven es hora que busques Pala Corazón Malbec Gualtallary y Pala Corazón Rosé.

La infancia de Cara Sucia. Los futboleros podrán relacionar esta etiqueta con la célebre formación de San Lorenzo de Almagro de la década del ‘60, sin embargo, para los enólogos Héctor y Pablo Durigutti es la manera de resumir su niñez en Rivadavia, región vitícola del este mendocino donde se criaron. “Todos los que nacimos allí nos criamos jugando y potreando entre viñedos”, recuerda Pablo, “y lógicamente volvíamos a casa con las caras sucias de polvo y manchas de uva. Pero además, la hora de la merienda era el momento de las Cara Sucias (tortita con azúcar negra encima) recién horneadas”. Rememorando esas historias, los Durigutti probaron suerte con entre las marcas de vino argentino y estaba vacante. Así nació la línea de vinos. El primer vino de esta nueva línea está elaborado con Cereza, una de las uvas más cultivadas en el Este, perfecto para los amantes de las criollas.

El Relator o la fija de un burrero. “En Mendoza todos nos criamos con abuelos que nos servían vino con soda para sembrarnos la pasión por nuestra tierra, pero mi abuelo además nos daba siempre unos pesos para jugar a las carreras de caballos”. Así explica Fernando “El Flaco” Gabrielli cómo su abuelo Mario “mal criaba” a sus nietos. Con el tiempo, El Flaco, estudió periodismo deportivo y se convirtió en el relator oficial del hipódromos de Mendoza. En 2013 se dio cuenta que los burros eran una fija vacante para las marcas de vino argentino y, apelando a las enseñanzas del abuelo, lanzó El Relator, no te pierdas el Sauvignon Blanc y su exclusivo espumoso Zaino Viejo.

Mugrón, la técnica de enraizado. Si nunca visitaste un viñedo o hurgaste en un libro de viticultura difícilmente te acerques al significado de e esta palabra. Se trata de una de las técnicas posibles para reproducir una vid y es tan simple con enterrar uno de los brazos de la planta hasta que ésta echa raíces. Una vez enraizada se corta y se convierte en una planta independiente pero con la misma genética de la madre. Algo que los creadores de este vino sienten que sucedió con ellos cuando llegaron a Cafayate desde diferentes rincones del país para dar rienda suelta a su pasión por la enología. El tiempo no solo los cruzó sino que también los convirtió en referentes de la región. ¿Quiénes son los mugrones? Los enólogos Paco Puga, Mariano Quiroga, Rafael Domingo y Claudio Maza. Hoy con dos etiquetas de cabecera, al Mugrón original –blend de Malbec, Cabernet y Tannat– sumaron un Blend de Enólogos, 95% Malbec y resto Tannat, ambos de los Valles Calchaquíes.

Un Revólver polisémico. Con un Chardonnay y un Pinot Noir, Leo Erazo, winemaker de Altos Las Hormigas, presentó su emprendimiento personal con un nombre que despierta infinitas interpretaciones. “Elaboro vinos en Chile y Argentina y quería utilizar alguna imagen que tenga connotación a ambos lados de la cordillera”. Lo primero que vino a su mente fueron los forajidos que a lo largo de los Andes hacían justicia ante la opresión que sufría el pueblo en manos de la Corona y de ahí salió la imagen del revolver. Esto despertó otro significado para Erazo, “en mis vinos recupero las practicas más tradicionales y menos intervencionistas de manera que busco Re-Volver a las raíces y por últimos apuesto a ciertos cambios como los Beatles se propusieron con su álbum Revólver, mi favorito”. De este modo todos sus planes se unieron en una misma marca de vino argentino que hoy cuenta con cinco referencias de las que te sugerimos probar el Chardonnay.marcas-de-vino-argentino-1

El lado en sombra de la montaña: Cara Sur. Pancho Bugallo es un viticultor cuya principal pasión es la montaña. Como andinista, desde muy joven encaró los ascensos más desafiantes de los Andes junto a su hermano Santiago, al punto que decidieron entrenarse para cumplir el sueño de ascender cumbre en los Himalaya. Para esto, en 2006 se propusieron un desafío inédito, encarar el Mercedario, el pico más alto de San Juan, por la cara sur, es decir por una pared en sombra y de hielo nunca antes ascendida. El desafío que casi les cuesta la vida cuando una tormenta sorpresa los atrapo en pleno ascenso. Recuperarse de aquel hecho marcó sus vidas y aquella Cara Sur se convirtió en parte de sus vidas. En 2010 cuando comenzaron su proyecto en Barreal, en el valle entre la precordillera y la cordillera frontal sanjuanina, no dudaron en que aquella pared de hielo los unía tanto como la enología que comenzaban a encarar. Rescataron antiguas viñas que hoy dan vida a Cara Sur Tinto y al novedoso Totora entre otras tantas curiosidades.

Desquiciado sí, pero no locos. Elaborar un vino es un proceso casi artístico que implica cierta cuota de locura, algo que los enólogos Gonzalo Tamgnini y Martín Sesto siempre tuvieron claro. “El proyecto nació el 1 de mayo de 2014, un Día del Trabajador en el que todos descansaban menos Martín y yo”, recuerda Tamagnini. Ellos trabajaban para el winemaker Alejandro Sejanovich quién, la dupla ordenaba todo para disfrutar del feriado, llegó con 50 cajas de 20 kilos de uvas cada una. “El problema no era la cantidad sino que debíamos volcarlas en una tanque de boca angosta al que llegábamos con una escalera de tres metros. Un milagro. Y ni bien volcábamos cada cajón lo reboleábamos seguido de un alarido victorioso”. El asunto fue que no eran los únicos en la bodega, también estaba el encargado de la finca y su familia compartiendo una asado quien no tardó en encararlos para pedirles que se dejen de gritar, “parecen dos desquiciados”, remató. Se miraron y supieron que ese sería el nombre del proyecto que hoy lideran –y cuya registro estaba vacante entre las marcas de vino argentino–. Las etiquetas están ilustradas con diferentes animales salvajes según el varietal y, si nunca los probaste, comenzá con su Pinot Gris y su Cabernet Franc Salvaje.

 

Fuente: http://www.vinomanos.com

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