Cómo se vivió el Wine Tour Las Perdices

(*) Por Roberto Colmenarejo

El pasado jueves 21 de agosto pudimos disfrutar nuevamente del Wine Tour en el Hotel Sheraton junto a la bodega mendocina Las Perdices. El anfitrión del evento fue su gerente comercial, Aníbal Marín, quién presentó nuevas añadas de sus vinos clásicos.
 
La recepción comenzó con puntualidad a las 21.30 horas con unos aperitivos en forma de “petit delicias saladas”, entre las cuales se lucieron especialmente las mini-tostas de salchicha alemana con chucrut especiado y los frescos shots de pollo y guacamole. Asociado a estos bocadillos se sirvió Las Perdices Extra Brut ($75), un espumoso charmat de perfil frutal, ligero y sencillo, que acompañó discretamente y preparó el camino para los grandes vinos que vendrían.

Luego de una recepción algo dilatada, pasamos al salón principal dispuestos a regocijarnos con los creativos platos del chef Emiliano Toledo Arévalo y su equipo. Como siempre, los tibios panes caseros que esperaban en las mesas fueron una tentación difícil de evitar, así que decidimos probarlos inmediatamente.

Ya cómodamente sentados, arrancamos con el primer tiempo que fue una “terrina de conejo con su salteado de repollitos y spätzles”, una elaboración original y delicada, con el sabor del conejo bien destacado gracias a un fino lardado de panceta ahumada. Para acompañar esta entrada se ofreció Las Perdices Viognier 2013 ($75). Un vino blanco grácil y fragante, rebosante de aromas florales y de frutas blancas -durazno, pera,  damasco, melón- que se continua en una boca de cuerpo medio, paso jugoso y acidez refrescante. La armonía entre la bebida y el plato fue buena, permitiendo que ambos se expresaran adecuadamente.

La cena continuó entonces con una “sopa de lentejas y kasseler casero”, preparación curiosa en la que la sopa cremosa sirvió de base a un carré de cerdo tierno, gustoso y bien sazonado (cocinado al vacío durante varias horas). Para escoltar este segundo paso se sirvió Las Perdices Reserva Pinot Noir 2012 ($115), un tinto delgado, donde el uso del roble opaca levemente la finura del cepaje. Ofrece una nariz de frutas ácidas, hojas secas y recuerdos avainillados unidos a una boca fluida, de paso veloz, sensaciones acarameladas, taninos dóciles y persistencia media. La combinación fue nuevamente acertada, pues tanto alimento como vino se respetaron mutuamente en sus moderadas intensidades.

El tercer tiempo fue un “Lomo de ternera y farce de chorizo en masa, con vegetales de la huerta”, un plato interesante y de sabores fácilmente reconocibles, con el corte  vacuno increíblemente jugoso y de gran terneza; contrastando con unas verduritas baby cocinadas apenas “al dente”. ¡Notable preparación! Para este plato de sabores rotundos se eligió un vino acorde, Las Perdices Reserva Don Juan 2010 ($190). Este vino es un sobrio blend de amplia base Malbec, con aportes menores de Merlot, Syrah y Bonarda. Propone una nariz sugerente y compleja, con aromas que van desde las frutas rojas maduras a las especias, todo enmarcado en notas atenuadas de buena madera -cedro, tostado, tabaco-. La entrada en boca es gustosa y seca, de notable volumen y estructura, con balanceada acidez, taninos pulidos -por la estiba en botellas- y larga persistencia. ¡Un gran vino, en un momento óptimo para ser bebido! No hace falta decir que aquí el maridaje funcionó de maravillas, pues el sabor intenso y definido de las carnes se potenció con la vigorosa presencia del tinto ¡Realmente exquisito!

Finalmente, el postre fue un soberbio “strudel de ricota y frutos rojos sobre sabayón clásico”. De sabor delicado, con buen contrapunto entre la acidez de la ricota y el dulzor acentuado de los frutos, fue un digno cierre para una gran comida. Aquí se sirvió uno de los clásicos de la bodega, Las Perdices Nature NV ($120). Un espumoso bastante atípico, que se presenta a la venta sin degollar -es decir, con sus borras aún en el interior- y tapa corona; ofreciendo el lúdico placer de tener que destapar la botella con habilidad para poder retirarlas. El producto en cuestión es un vino efervescente levemente turbio, con marcados aromas de pan, levaduras y frutas secas; sumado a una boca fresca, seca y de fino perlage. Este espumoso se lució en la mesa, haciendo digna compañía a la sutileza del postre, y refrescando la boca luego de tantas exquisiteces.      

La cena culminó con los tradicionales sorteos y bromas de Nicolás Costantini, director de Alimentos & Bebidas del hotel, quien además nos adelantó algunas primicias sobre las actividades que se vienen.

Entre café, golosos petit fours y distendidas charlas de camaradería, la reunión se estiró hasta pasada la una y media de la madrugada. Allí nos retiramos con el placer de haber degustado grandes vinos argentinos, en compañía de buena comida y mejores amigos.

¡Nos vemos el 18 de septiembre con un nuevo Wine Tour!  

(*)Sommelier y docente – robertocolmenarejo@hotmail.com

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