Cinco vinos que son caramelos

(*) Por Roberto Colmenarejo

Aunque el consumo de vinos dulces en nuestro país es extremadamente pequeño -las estadísticas muestran que no llega al 1,5% del mercado-, me da la impresión que poco a poco los consumidores locales van descubriendo momentos para disfrutarlos.

Como ya mencionáramos en una nota anterior, por ley en Argentina los vinos dulces lo son siempre de manera natural (conservando parte del tenor azucarino propio de la uva). Estos vinos son ideales para acompañar postres y snacks dulces, aunque también pueden funcionar para la copa del aperitivo. Para quienes estén dispuestos a llegar un poco más allá, les recomiendo enfáticamente probar de combinar vinos dulces y quesos fuertes (brie, azul, camembert, gorgonzola). ¡Les aseguró que se sorprenderán con el maridaje!

Si tienen ganas de endulzarse un poco, les propongo cinco vinos que son caramelos:

Finca Natalina Dulce Natural 2014 ($36): En el segmento más económico de estos productos se encuentra este sencillo blanco sanjuanino de Bodega Putruele. Un vino ligero, fresco y moderadamente goloso. De aromas frutales directos; propone una boca extremadamente vaporosa y etérea, con bajo tenor alcohólico, dulzor suave y ajustada acidez. Para “abrir boca” antes de la cena, junto a unos bocaditos agridulces.

Dilema Espumoso Dulce Natural S/A ($60): No es la primera vez que menciono este burbujeante vino dulce de Bodega Estancia Mendoza, pues me parece destacado dentro de su categoría y con una excelente relación precio-calidad. Está vinificado por el método charmat -segunda fermentación en tanques- con un corte de uvas chardonnay y sauvignon blanc. Sus aromas son frescos y remiten a las variedades utilizadas; con una nariz bien frutada (manzanas, cítricos) y sutilmente herbácea. En la boca es liviano y fácil de beber, con suave efervescencia y un dulzor adecuadamente contrapesado por la acidez y las burbujas. Servido bien frío es ideal para hacer los brindis más dulces…

Cantine Mirta Bertolino Marsala S/A
($104): A pesar de nuestras raíces italianas, en los últimos años hemos abandonado bastante la costumbre de beber vinos “generosos”. Estos productos, que otrora fueran habituales en la mesa argentina, hoy han quedado relegados casi exclusivamente a “emborrachar” tortas o preparar helados. A pesar de ello, algunas bodegas nacionales aún conservan la tradición de elaborarlos, obteniendo vinos especiales de notable calidad -incluso premiados en concursos internacionales-. Tal es el caso de este Marsala de la bodega mendocina Domaine Le Billoud, producido a la antigua usanza italiana. Un vino licoroso de color marrón oscuro, complejo y muy  seductor. Ofrece una enorme riqueza de matices olfativos, donde destacan las frutas desecadas (pasas, higos), secas (nueces, avellanas), el café, el caramelo y algunos sutiles tonos tostados. Al probarlo es exuberante y delicioso; con un paso de boca envolvente, aterciopelado y dulce -aunque sin llegar a empalagar por el buen balance que ofrece su elevado grado alcohólico-, dando paso a un final prolongado y grato. Un vino perfecto para la sobremesa, acompañando postres, café y, por qué no, un buen cigarro.

Desierto Pampa Late Harvest Viognier 2013 ($120): Hace ya algún tiempo que vengo hablando de los vinos pampeanos, pues están irrumpiendo en el mercado local con propuestas de gran atractivo. Tal es el caso de este blanco de cosecha tardía fragante y exquisito, obtenido con uvas Viognier sobremaduradas. Regala una paleta aromática amplia, donde destacan los aromas florales, melosos y de frutas pasas. En la boca es un producto untuoso y pleno de sabores; repite sensaciones maduras, con un moderado dulzor frutal, acidez vivaz -que equilibra perfectamente el conjunto- y una dilatada persistencia. ¡Perfecto para maridar con postres o tartas frutales!

Malamado Solería S/A ($210): La bodega mendocina Familia Zuccardi se caracteriza por su búsqueda constante de vinos originales, innovando con cepajes no tradicionales o prácticas vitivinícolas novedosas para nuestro medio. Las escasas botellas disponibles de este soberbio vino generoso dulce son una muestra acabada de ello. Rescatando una antigua tradición de las soleadas regiones de la Europa mediterránea, elaboraron este vino con racimos elegidos de uvas Torrontés cosechadas tardíamente, lo fortificaron luego con aguardiente vínico -conservando así gran parte del azúcar natural sin fermentar-  y finalmente lo envejecieron pacientemente durante 40 meses en barricas de roble a la intemperie. El resultado es un vino de bella tonalidad ambarina brillante. Ofrece una nariz muy intensa y rica en sutilezas, con reminiscencias de frutas desecadas (damascos, membrillos, dátiles), miel, confituras (cáscaras de cítricos glaseadas), frutas secas (almendras, nueces) y algunos trazos avainillados. Continúa en una boca sabrosa y llena, con marcados recuerdos licorosos y de pasas que sostienen una larguísima permanencia. ¡Un vino dulce único, que vale cada peso pagado por él!

Y para ustedes, ¿cuáles son sus vinos dulces predilectos?

(*)Sommelier y docente – [email protected]

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