Bonarda, en boca de todos

(*) Por Roberto Colmenarejo

De un tiempo a esta parte, mucho se viene hablando en Argentina sobre la uva tinta Bonarda. De origen francés -aunque durante mucho tiempo confundida con una uva italiana-, es la segunda variedad fina más difundida en nuestro territorio, después de la malbec, por supuesto.
 
Existen en la actualidad 18.223 ha implantadas (INV, 2011). La mayor difusión se da en Mendoza, principalmente en los oasis del norte y este provincial. También se la cultiva en San Juan, La Rioja y Salta, aunque en cantidades sensiblemente menores.

Durante décadas la variedad Bonarda fue considerada de calidad “inferior”, por lo que se mezclaba con otras uvas en los vinos de corte tintos (los archiconocidos “borgoña” argentinos). Gran parte de esta mala fama sólo se debía a un mal manejo de la uva en el viñedo, con rendimientos elevados que diluían sus notables características varietales.

A fines de la década del 90´ varias bodegas -con Nieto Senetiner y Zuccardi a la cabeza- comenzaron a trabajar seriamente con este cepaje, obteniendo resultados de notable calidad. Hoy los vinos elaborados con Bonarda tienen amplia presencia en el mercado, aparecen ejemplares de alta gama e incluso se la menciona como un sucesor del malbec.

Si quieren saber “de qué va” esta uva tinta, aquí cinco sugerencias en un rango de precios accesible a la mayoría de los bolsillos:

Vía Blanca Bonarda 2011 ($35): No hay muchos bonardas del sur de Mendoza -y aún menos en este segmento de precios moderado-, así que esta novedad de la centenaria Bodega Iaccarini interesa por partida doble. Un tinto tenue y liviano, de aromas frutales directos y leves trazos herbáceos. En la boca es agradable, de paso veloz, buena acidez, taninos apenas rugosos y persistencia media. Vino simple y rico, para compartir en el almuerzo dominguero con la familia.
      
Colonia Las Liebres Bonarda Argentino 2012 ($60): Ya he mencionado este vino en alguna otra oportunidad pues me parece un excelente ejemplo de lo que este cepaje  puede ofrecer en nuestro país. Un tinto simple pero exquisito, pura uva, fermentado con levaduras naturales y sin ningún tipo de contacto con roble. En la nariz ofrece aromas de frutas rojas frescas (ciruelas ácidas, guindas, moras), herbáceos y de especias picantes  (pimienta negra). Al probarlo se lo siente jugoso y muy vivaz, debido a su cuerpo grácil y acidez refrescante; termina con taninos apenas perceptibles y una persistencia media. ¡Genial con unos bifes a la criolla, carbonada o puchero!

Nieto Senetiner Bonarda 2011 ($63): Una de las pioneras en el desarrollo del bonarda en nuestro país, esta prestigiosa bodega mendocina elabora productos notables en todas sus gamas de precios. Esta es su línea intermedia, donde ofrece un producto sabroso y muy bebible. De aromática frutal madura (ciruelas, cassis), ofrece además notas golosas algo marcadas del contacto con roble (vainilla, caramelo); la boca promete nuevamente sensaciones maduras, con entrada amable, cuerpo medio y acidez balanceada, taninos pulidos y persistencia media. Tinto para disfrutar en el asado semanal con los amigos.
  
Montesco Finca Anchoris Bonarda 2012 ($75): Este vino es uno de mis preferidos de Passionate Wines, el pequeño proyecto personal del joven enólogo Matías Michelini.  Un producto algo difícil de conseguir por Córdoba, pero que vale la pena el esfuerzo de la búsqueda. Un tinto joven e impetuoso elaborado en el Valle de Uco (Mendoza); de aromas muy complejos que se ofrecen generosos en notas florales, frutales confitadas, especiadas e incluso algo empireumáticas -ahumado, caucho-; todo eso sumado a una boca de entrada seca, paso gustoso y bien fluido -gracias a la acidez natural de las zonas frías-, taninos levemente astringentes y persistencia media-larga. Un buen vino para acompañar platos invernales contundentes, como guiso de lentejas o polenta.
      
Serie A Bonarda 2011 ($75): Un vino muy interesante de Bodega Familia Zuccardi, que explota con sabiduría todo lo que puede dar la uva bonarda en las cálidas regiones del este mendocino. Un tinto de color violáceo profundo, intenso y de lágrimas espesas. En la nariz ofrece una rica y variada paleta aromática, donde predominan notas frutales maduras (ciruelas pasas, mermeladas), con trazos especiados y terrosos. En la boca tiene paso franco y sabroso, con entrada seca, acidez balanceada, taninos firmes -pero suaves- y destacada persistencia para el rango. ¡Delicioso para acompañar unas pastas a la bolognesa en estas gélidas noches de agosto!    

¿Y ustedes tienen algún Bonarda favorito?

(*)Sommelier y docente – [email protected]

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