Por Mauro Peñaloza
La noche fría del 23 de junio era ideal para una excelente cena. La sorpresa y felicidad me invadía ya que el Hotel de la Cañada realizaba una excelente degustacion presentando a la Bodega Zuccardi como anfitrión.
Entrando al lujoso hotel y en un gran reservado nos esperaba una mesa prolija y vistosa que sigilosa nos esperaba para hacernos pasar un grato momento. Sauvignon Blanc y Chardonnay fueron los primeros en mostrarse en las copas que, junto a un delicado pan casero de la casa y un exquisito oliva, lograban darle un toque perfecto al arranque de la noche.
Luego, los Alambrado Malbec y Bonarda se descubrieron para hacernos sentir las más exquisitas uvas de Mendoza . «¿Y la comida?», preguntó un ansioso a quien ya se le había abierto el apetito. Y es que los comensales debían elegir con qué vino -previo probarlo- iban a acompañar los cinco excelentes platos que presentaría el restó del Hotel de la Cañada.
Tarta de trucha al natural, palta y alcaparras para el inicio; tallarines di seppia al pesto de rúcula y cherrys al olivo para seguir, pasando por un delicado taco de salmón rosado con guarnición de vegetales; y para el final el exquisito solomillo de cerdo con reducciin de aceto con pure de batata y miel. Cada uno de estos platos gourmet pero portentosos y llenadores acompañaron el gusto que cada invitado quería tener con su vino elegido. Era sentirse libre en un mar inmenso de sabores.
Por último, y ya con panza más que llena, el Tardío Santa Julia de esta prestigiosa bodega fue la princesa de la noche que entró para darnos un beso de despedida. Acompañando este vino, una pannacota de vainillas con crocantes de Óreo y salsa dulce dio el broche que cualquier ser humano amante del buen vino y la gastronomía quisiera tener.
Fue una noche impecable llena de sabores en la que el Hotel de la Cañada deslumbró con su gastronomía. ¡Que se repita!