Notas Vínicas: Abrir un Chardonnay en su día, para encerrarse a disfrutarlo

Por Valentina Livolsi (*)

Ayer 27 de Mayo se celebró el “Día Internacional del Chardonnay” y hoy le vamos a dedicar una nota en su honor, recorriendo su historia, sus características y qué estilos de vinos nos ofrece.

Casualmente, una bodega que siempre me tiene en cuenta y que valoro mucho, me envió varios de su portfolio para probar, entre ellos este varietal. No dudé en descorchar uno en esas tardecitas preciosas que nos viene regalando este otoño, sacando provecho al encierro y poniéndole sabor a las horas que se pasan un poquito más lentas entre paredes.

 

Un poquito de historia

La Chardonnay se caracteriza por contar con varios relatos diferentes (pero no menos interesantes) sobre su origen y etimología.

Denominada como “la reina de las uvas blancas”, originaria –desde un punto de vista científico– de la Borgoña y más precisamente del pueblo homónimo Chardonnay, lugar donde ya se hablaba de cultivos y vides desde el siglo V. Su nombre decanta del romano “cardonacum”, es decir, “lugar cubierto de cardos” (chardon en francés). Su nombre actual se fijó en 1896.

Genéticamente, se conoce que la Chardonnay es el resultado del cruce por polinización de las variedades Pinot Noir y la ya extinta Gouais Blanc, la cual existía en Borgoña desde mucho antes.

Por otro lado, sirios y libaneses defienden su legado sosteniendo que esta uva podría haber ingresado a tierras europeas desde el Medio Oriente, a través de guerreros de las cruzadas. Incluso se la propone como originaria de la isla de Chipre, siendo una vid antiquísima.

Este mito templario radica en que por aquellos años en la antigua ciudad de Jerusalén existían ocho puertas, entre ellas “La Puerta de Dios” desde donde partía la carretera que comunicaba esta ciudad con el puerto de Jaffa en el Maditerráneo. Esta era la puerta de entrada de judíos y cristianos llegados de Europa.

Según la leyenda, en las laderas que cercaban la puerta crecían vides de un dorado profundo y brillante que atrajo a los guerreros y decidieron estos llevarse algunas para replantarlas en sus tierras.

Teniendo en cuenta que las cruzadas siempre fueron aceptadas y apoyadas por los grandes nobles y reyes franceses, muchos de ellos de la Borgoña y La Lorraine (dos territorios de lo más importantes y poderosos de los cuales surgieron muchos guerreros buscando un pedacito de tierra y riquezas en Oriente), este mito puede o no tener veracidad; pero su etimología hebrea “shaar adonay” o “Puerta de Dios” tranquilamente podría haberse traducido por los galos a “Shardonay” hasta derivar en el término Chardonnay que todos conocemos hoy.

La planta.

 

Acerca de la planta y su morfología

Es la uva blanca más plantada del mundo y en diferentes suelos, climas e intervenciones de la mano del hombre, ofrece amplios estilos, para todos los gustos y también bolsillos.

El suelo no debe ser demasiado húmedo puesto que es bastante sensible a enfermedades como la podredumbre gris, las polillas y los ácaros. Por otro lado, conviene no plantarla en zonas de mucha sequía. Es sensible a los fríos de primavera, pero soporta muy bien los inviernos.

Su maduración es precoz, por lo que es necesario vendimiarla pronto (lo cual es excelente para la producción de champagnes).

Es una cepa vigorosa, de gran fertilidad y aunque de bajo rendimiento, es de buena calidad. De racimo y bayas pequeñas, de hollejos gruesos, amarillentos y con mucho aroma frutal.

La Chardonnay permite elaborar desde vinos ágiles y frescos, hasta vinos licorosos. La crianza le sienta hermosamente, complejizando y ganando cuerpo con el roble.

No solo se la encuentra en Francia, también destaca en zonas de EE.UU como el Valle de Napa y California, tierras de Nueva Zelanda, Sudáfrica, Australia y Chile.

En Argentina, esta cepa está plantada (en su mayoría) en zonas de altura y desérticas como el Valle de Uco, pero también hay Chardonnay bien australes, otros del caluroso norte y hasta de la costa atlántica.

En vista, sus colores varían entre pajizo pálido y amarillo dorado con tonos verdosos. En nariz, se caracteriza por sus notas a manzana verde, cítricos, pera, frutas tropicales, vainilla y caramelo. Si tiene paso por roble, mantequilla, miel, pan y avellanas.

La Chardonnay en boca presenta un paso poco agresivo, de acidez media y cargado de notas frutales, a caramelo y minerales.

El vino elegido por Valentina.

 

La Bodega

Ahora bien, el vino descorchado para esta nota y para homenajear a la Chardonnay fue el Famiglia Bianchi Chardonnay 2020, de Bodega Bianchi.

Soy muy fan de las historias, y la que atraviesa a esta bodega está llena de tradición, familia e innovación, manteniendo siempre las raíces italianas a flor de piel y en toda su trayectoria.

Resulta que allá por 1887 nacía en la ciudad de Fasano, Italia, Valentín Bianchi. Muy jovencito se vino a probar suerte a estos pagos, más puntualmente a San Rafael, en la provincia de Mendoza.

Con el tiempo y porque quería hacer cada vez mejores vinos, importó cepas europeas adaptándolas a nuestros suelos y climas. Con el tiempo también, fue forjando lo que hoy conocemos como Bodegas Bianchi.

Dejó su legado a su hijo Enzo Bianchi, quien continuó con los secretos de su padre y apostó a nuevas búsquedas de innovación y calidad. Enzo también fue portador de una gran entrega y pasión por los vinos, trabajando en conjunto con sus hijos y primos, viajando, descubriendo, creando su champañera en 1995, esta innovadora bodega sigue siendo parte del enoturismo mendocino hasta nuestros días.

90 años después de ese viaje que cambió la vida de Valentín Bianchi, la familia aún mantiene indemnes las tradiciones, legados y valores de sus ancestros.

 

El Vino: Famiglia Bianchi Chardonnay 2020

Este “Chardo” oriundo de Finca Las Paredes en San Rafael, de color amarillo verdoso, limpio y brillante me regaló notas cítricas, a frutas como banana y durazno, finas flores blancas y sutiles notas a vainilla y miel aportadas por sus nueve meses de paso por barrica.

Es un vino fresco, ligero y de perdure medio, pero con linda intensidad. Untuoso y de acidez media que lo vuelve equilibrado y fácil de beber. Personalmente, voy a guardar un par para descorchar en unos años. Pueden pasar cosas maravillosas con el tiempo.

Quien lo prueba, queda encantado. Tomar estos vinos es quedarse con casi 100 años de historias y secretos. Es conocer un poquito más a esta uva noble y elegante que siempre la imagino tal cual una estrella de cine hollywoodense de los años 50.

Así y todo, se adapta donde sea, dando vinos increíbles y diferentes. Tiene mitos sobre su origen. En nuestro país, tenemos excelentes monovarietales.

Prueben, lean, descubran las bondades que la Chardonnay tiene para regalarnos.
Por algo es la reina de las uvas blancas.
Hagámosle honor.

(*) Sommelier

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