Por Valentina Livolsi (*)
Esta nota no se va a centrar en un vino particular. Por el contrario, vamos a ir un poco más atrás y dedicaremos estas columnas a cada historia antes de la botella, antes de las notas de cata, antes de cada copa: le daremos lugar a cada persona y cada familia creadora de estos proyectos que tanto admiramos y tanto disfrutamos descubrir.
Siempre me pregunté cómo cada vino es lo que es, y cómo fue pensado, y cómo llegó a ser quien es cada persona detrás de cada vino que tomamos.
Es por eso que decidí empezar con estas columnas explorando desde los sentidos y llegando al epicentro de sus ideas, para poder contarles todo lo que pasó, está sucediendo y tendrá lugar en Córdoba, esta provincia pionera en vitivinicultura y plagada de epopeyas. ¿Por qué Córdoba? Porque me resulta hermosa, porque hay mucho por conocer y porque hay que seguir dándole el lugar que merece.
Pensé en darles forma con este estilo relatando la historia a través de sus propias palabras, es decir, escuchándolos. Como sea, pero siempre escuchando porque todos tenemos algo para decir: a través de audios, cara a cara, por Meet… Me encanta desgrabar las charlas, saber elegir sinónimos para intentar ser lo más cercana posible a ellos y a ustedes, citar las cosas que más coloridas sean. Volver la historia algo cercano, algo palpable, darles sabor, aromas, texturas.
Elegí también darle comienzo a este formato invitando a un productor vitivinícola que conocí durante la pandemia, por videollamada y en un invierno profundo (o al menos en Calamuchita, zona que vio nacer el sueño que compartía junto a su familia) a aventurarse conmigo en esta escucha atenta con un resultado, espero, amistoso y feliz. Él, Alberto Rosa. Y con él, inauguramos este nuevo formato, “Más allá del vino”.
Un acercamiento a su vida: libros, ciencia y viajes
Alberto me cuenta que desde su adolescencia, sintió siempre un amor fuerte por la naturaleza y por la gente. Ese doble sentimiento lo llevó a la gran y frecuente pregunta ¿qué estudiar? la respuesta fue, claramente, simple: Medicina y luego una Licenciatura en Química, con orientación en Biología. Más tarde, llegó un máster orientado hacia la Genética y Biología Molecular -qué gracioso, yo me llevé siempre estas materias en la secundaria-.
Como investigador científico y combinando estas pasiones, tuvo también la posibilidad de realizar dos doctorados en la prestigiosa y amada Universidad Nacional de Córdoba: uno en Medicina y otro en Ciencias Químicas.
Vivió en el extranjero, unos seis años más o menos: una mitad en Francia y la otra en Washington y Texas, Estados Unidos.
Su mujer, Carla, es también una gran científica y curiosa del mundo, siendo su compañera de viajes y compartiendo su amor por el estudio y la ciencia.
La niñez de Alberto transcurrió entre padres inquietos y estudiosos –puedo imaginar de dónde sacó Alberto esa personalidad de simpática topadora, de bondad inamovible, de ser dadivoso– en una familia de clase media y barrio sencillo, un padre ingeniero agrimensor (siguen las señales) y una madre docente (listo, entendí todo). De padres con un apetito por las cosas exquisitas: la música clásica, el tenis -su papá siempre llevaba consigo en el baúl del auto una red- y quién diría otra casualidad… de padres quienes gustaban de los vinos espumosos. Casi sin saberlo, podría decirse que en ese momento comenzó a tejerse la inevitable afinidad de Alberto por la vid y la viticultura.
Pasó muchos veranos en Villa Unión (La Rioja), lugar que lo vio crecer rodeado de viñedos, disfrutando las siestas de calor y robando uvas calientes bajo el sol para enfriarlas en el río y poder comerlas.
En aquel entonces, la vendimia se hacía entre todos los vecinos del lugar, de trabajo cooperativo cosechando viñedo tras viñedo para terminar en la bodega del pueblo. Otra vez, un punto más en el tejido de su amor por el vino.
Cuando sus hijos crecieron, y buscando un espacio alternativo a las tareas profesionales y universitarias, Alberto y Carla deciden comprar un campo en la montaña, más precisamente en la zona de Calamuchita y lugar donde ya se palpaba su gran potencial productivo, muy entusiasmados por el crecimiento de unos cuantos viñedos y dos bodegas pioneras de la región. ¡Así comenzaron a moverse y a armarse de lo necesario! El desarrollo cordobés de la vitivinicultura cuenta con el entusiasmo del Foro de los Ríos en Calamuchita y con el apoyo logístico clave del Gobierno de Córdoba inicialmente con Gustavo Santos como ministro de Turismo y el apoyo del Gobernador Schiaretti- contribuyendo a la generación de los Caminos Del Vino.
En este desarrollo, los productores cordobeses, apoyados por los Ministerios de Agricultura y de Industria, crearon LA CÁMARA DE BODEGAS Y PRODUCTORES VITIVINÍCOLAS de CÓRDOBA (CAByP), de la cual Alberto es miembro del directorio. CABYP no solo brinda apoyo y asesoramiento al momento de producir y cultivar, sino también en sostener la calidad y la excelencia de los vinos producidos en la provincia.
Los viñedos y las instalaciones
Compraron el predio hace 10 años. Ubicado en Paraje Loma Alta a 1010 msnm, cercano a La Cumbrecita, Villa Berna y al Río del Medio. Es una extensión serrana de 26 hectáreas, surcadas por un arroyo de aguas cristalinas y donde los primeros injertos del proyecto fueron plantados en el año 2013.
Finca Las Acacias es una bodega boutique de pequeña producción y excelente actividad productiva que se basa en un estricto cuidado anual del viñedo en otoño e invierno, desde la floración primaveral hasta la vendimia en verano; de un riguroso control en el despalillado y la selección de los granos, la fermentación, los trasiegos y envasado. Elaboran unas 3000 botellas por año, y si bien prevén un crecimiento para este año, esperan mantenerse en esas cantidades.
Producen Malbec, una pequeña proporción de Malbec Roble -están más interesados en los vinos jóvenes, manteniendo sus aromas y permitiendo destacar la calidad de varietales, sin homogeneizarlos y aplastar su riqueza con la madera- además, un vino Rosé y un Sauvignon Blanc.
Todo lo trabajan ellos, todo lo supervisan de manera estricta ya sea manual o a través de maquinaria semi-automática, con la dedicación que merecen las plantas y el entorno para obtener el mejor resultado posible.
“La idea fue crear un viñedo que tuviera un potencial exploratorio respecto a cuáles son las variedades de uva y los pies de injertos que se comportan mejor en la zona, dependiendo de la insolación, las noches frías, los suelos bien arenosos con un perfil de drenaje ideal, sin anegarse nunca, permitiendo así una excelente calidad de uva; sobre todo yo creo además de vinos tintos, rosados y blancos de buena calidad, para el desarrollo de una región que sea riquísima en la cantidad y calidad de espumosos. Estos vinos espumosos en nuestra región creemos que tiene un gran potencial y apuntamos a futuro, a nosotros producirlos de excelencia, usando Chardonnay y Pinot Noir como así también contribuir con las primeras viñas de Gewürztraminer plantadas en Córdoba, un varietal originario de la Alsacia francesa con notas aromáticas florales y frutales, que no solo será para la producción de vinos tranquilos sino que está pensado principalmente para espumosos”. (Alberto)
Para visitarlos
Cuentan con una actividad de Enoturismo en la cual empezaron hace poco a dedicarle un espacio importante para que quienes pasen por allí sean recibidos con la calidez que caracteriza a sus dueños.
La modalidad es de visitas de grupos autogestionados de entre 10 y 16 personas. Se los recibe en un punto de encuentro ya previsto, todos los días sábados del verano y con reserva telefónica previa. A partir de las 11:30 comienza el recorrido, se visita el predio, se pasea entre viñedos, se disfruta de una linda degustación. Luego, la visita obligada a la bodega para conocer la producción, donde te enamoran con un almuerzo de tres pasos y el postre acompañado con un espumoso de circulación privada en la bodega.
Lo ideal es seguir durante la siesta disfrutando la naturaleza y los paisajes según me cuenta Alberto, que bien conoce de la magia serrana.
Una apreciación personal
Alberto es, como dije antes, un ser dadivoso y muy pero muy estudioso. Tuve suerte no solo de conocerlo hace tiempo y charlar con él durante un rato laaaargo, sino también de ser compañeros de Diplomatura, ¡hasta rendimos juntos el final! Luego de una pandemia, distancias y tanto trajín pudimos darnos finalmente un abrazo en una feria acá en Córdoba, pude conocer a Carla y seguir descubriendo sus etiquetas.
Un Alberto para conocer, una familia ideal para compartir una generosa tertulia, un equipo que nos acerca al vino hecho con amor, respeto y siempre mucha, mucha pasión.
Estoy ansiosa por la visita que organizamos en marzo para poder vendimiar juntos, brindar con sus vinos y seguir disfrutando de su compañía, que con el tiempo se fue convirtiendo en una gran amistad.
Gracias Albert, por la generosidad que te habita.
¡Salud!
(*) Sommelier