Notas Vínicas: Un viñedo bajo la protectora mirada del cerro Misitorco

Por Valentina Livolsi (*)

Agarrar la ruta siempre es un buen plan. Y más, cuando se trata de seguir conociendo Córdoba. En esta ocasión, me decidí por el norte de la provincia, por San Pedro Norte. ¿Qué me llevó hipnotizada hasta allá? El vino de Del Gredal, claramente. Y su historia. Y el paisaje desconocido. Y la sensación de libertad –no tan libertad pues pandemia– pero sí. El viento en la cara, la compañía de siempre y frutas para desayunar era todo lo que necesitaba.

Salimos tempranito, el sol ya empezaba a hacerse notar y entre mates, paisajes y montañas cada vez más cercanas, llegamos. No puedo explicar con palabras certeras (serían un montón) la sensación que producen las montañas de esa zona. No lo había sentido nunca. Será por eso que Atahualpa Yupanqui dijo alguna vez: “Para el que mira sin ver, la tierra es tierra nomás”. Y les aseguro, en estas tierras sobra historia, sobra inmensidad.

San Pedro Norte, ubicado en el departamento de Tulumba que descansa sobre el antiguo Camino Real, en época colonial unía el Virreinato del Río de la Plata con el Virreinato del Alto Perú. Es muy interesante pensar que en este camino de postas –algunas fueron estancias privadas, otras, simples rústicas construcciones– se ofrecían servicios básicos para los viajeros que necesitaban descanso, cambiar sus caballos, y abastecerse para continuar; y que en ese mismo camino quedaron plasmados hechos y personajes históricos para siempre. Córdoba no para de sorprender.

La bodega

La visita comenzaba a las 11, pero nos adelantamos casi sin querer (queriendo) y llegamos un ratito antes. Para recibirnos ahí estaban, Alejandro y Silvia Lozano, parte fundamental del equipo de bodega Del Gredal. Ellos se describen así, parte de un todo. No hay jerarquías. “Sí no tiramos todos para el mismo lado, no crecemos”. Para ese momento, el sol iba y venía tras las nubes. ¡Qué mejor que el cafecito acompañado con nueces que nos invitaron bajo la pérgola! Ellos, un amor. Alejandro todo pispireto, lleno de información que no paró de contarnos y con una energía que se sentía desde lejos. Silvia, una genia. Detrás del barbijo podía ver sus ojos verdes como la montaña, y su calidez nos hizo sentir comodísimos. Charlamos un rato y disfrutamos del “silencio que aturde”, tan característico de estos parajes mientras llegaban los demás al recorrido.

Racimos de Cabernet Sauvignon.

Empezamos por el viñedo. Allá en San Pedro cuentan con cinco hectáreas plantadas, mientras que en Cruz del Eje tienen otras dos, también produciendo. Este proyecto empezó hace 10 años y no se detiene. Dimos vuelta por todas las hileras de vides (con sistema de conducción de espaldero alto): Pinot Noir, Cabernet Sauvignon, Sauvignon Blanc, Malbec (en Cruz del Eje tienen Bonarda y Syrah) conociendo, mirando, charlando entre todos. El sol, radiante. Un sol diferente, bonito, brillante. Probamos algunas uvitas, visitamos los frutales (cuentan con 16 hectáreas de nogales) y emprendimos el regreso escoltados por algarrobos, quebrachos blancos y las exóticas palmas de Caranday; especies claves en estos suelos minerales y calcáreos (la vid, feliz). Todo esto, dentro de una reserva ecológica de flora y fauna.

Bueno, yo sé que quieren que llegue al vino. En eso estoy, tenganme paciencia. Mientras tanto, quería contarles una historia muy bonita que nos regaló el equipo de Del Gredal. Cuando recorrí la bodega por dentro, me llamó la atención una lechuza tallada en madera ubicada en la pared, sobre los tanques. Resulta que este noble y curioso animalito era sinónimo de buen augurio en las bodegas hace muchos, muchos años. Se creía que si la lechuza anidaba dentro de la misma, o cerca de ella, los vinos saldrían espectaculares.

¿Qué razón se le dio a esto? Si había lechuzas, estas cazaban a los tiernos –pero impertinentes– ratoncitos que, como todo roedor es muy de morder todo lo que tenga a su alcance. Víctimas número 1: los barriles (antes las barricas se pegaban con una cera especial, lo cual atraía a los ratones, la roían, el vino hacía contacto con el aire y entonces… se arruinaba). Las lechuzas controlaban esto –solo por estar un escalón más arriba en la pirámide alimenticia–, el vino se mantenía en orden y la producción se salvaba.

Es así, como Del Gredal quiso mantener esta creencia viva, pidió que un artista plástico tallase una en madera de un árbol típico de la zona y desde aquel entonces, la lechucita vela por los vinos y la bodega.

Una de las etiquetas de Del Gredal.

Ahora bien, la cosa siguió así: volvimos a la pérgola donde Silvia había dejado todo listo para empezar la degustación. Quesos, nueces, salames de la zona y pan casero propio. La visita cuenta con una degustación de cuatro de todas sus etiquetas, creadas en manos y bajo la tutoría del ingeniero agrónomo Nacho Lozano y desde hace un tiempo, la enóloga mendocina Elina Gaido.

¿Cuáles fueron?

QUISHCA MALBEC ROSÉ 2019: (Sangría de Malbec) ¿Que es la sangría? Dentro de los procesos enológicos, para la sangría se trata de escurrir lo más rápido posible una cierta cantidad de líquido (que varía entre el 5 y el 40% del total) para que el mosto resultante tenga en su posterior maceración una mayor relación con los hollejos y que estos aporten sus polifenoles (y otras sustancias) a una menor porción de mosto. Así, se logra una mayor concentración polifenólica y de color. El rosado que se hace de sangría en general tiene un color más suave y apagado.

Este MALBEC ROSÉ se caracteriza por un color rosado intenso y limpio. De nariz frutada, encontré frutillas, frambuesas y moras. Fresco y liviano, muy fácil de tomar. Piletero sí o sí. ¡Un juguito! Aún con un 13,8% de vol. de alcohol.

QUISHCA BLEND 2019: Con 50% Malbec, 30% Bonarda y un 20% Syrah, este Blend en vista es rojo sangre, de buen cuerpo, resinoso y de gota pesada, cargada. Con aromas a fruta roja intensos, algo de montura transpirada y especiado. No tiene paso por madera –y eso es lo interesante–, pero tiene una muy buena persistencia en boca.

MISITORCO BLEND 2018: Con paso por barrica de primer uso, este blend de tintas (50% Malbec, 25% Cabernet Sauvignon y un 25% de Bonarda –esta última oriunda de Cruz del Eje– es de un rojo casi teja con destellos rubí, de nariz algo floral y con aromas a frutas rojas maduras. Aterciopelado, buen cuerpo y buena persistencia en boca. Equilibrado y de taninos cómodos.

MISITORCO SAUVIGNON BLANC 2020: Cepa que se adaptó muy bien al terroir, en vista de color amarillo pajizo (por la oxidación) con destellos dorados y con un poco de turbidez (debido a que el filtrado es más leve, pero no influye en la salud del vino). Frutado, fresco y joven. Ananá, pera y durazno. De cuerpo liviano y persistencia media, su acidez es bien equilibrada.

Finalmente, la visita terminó con todo el grupo en el hangar, donde se explicaron un poco más los procesos técnicos de la bodega. Seguimos charlando sobre la relación de Del Gredal como empresa y con la historia de esas tierras, buscando recuperar la magia del Norte cordobés y como dijo Alejandro: “Nosotros queremos hacer cortes, los Blends nos pueden caracterizar como los vinos de San Pedro”.

Una experiencia linda, familiar y llena de sorpresas para vivir apenas puedan. Lo recomiendo y agradezco a todo el equipo de la bodega por la atención y hospitalidad.

(*) Sommelier

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