Notas Vínicas: Un rosado “con los pies en el terroir”

Por Valentina Livolsi (*)

La naturaleza siempre tiene algo para decir. Solamente algunos pueden percibirlo, y de esa conexión, surgen cosas maravillosas.

En tiempos como estos, donde tristemente nuestros suelos sufren siendo víctimas de incendios (en su mayoría, intencionales), se pierden cientos de hectáreas de flora y fauna y decenas de hogares y paisajes. Cuidar la tierra, respetarla y ante todo honrarla, es un acto de amor desmedido y de los más sanos que existen. Así lo creo, puesto que de cierta forma, vivo del vino. Un ser vivo, natural, que depende de la tierra y del humano comprometido para llegar a nuestras manos.

Hace varios años descubrí la bodega de la cual les voy a hablar hoy, probé un par de sus etiquetas y me encantaron. Aprendiendo un poco más de su historia, me encuentro con que es una bodega altamente comprometida con nuestro suelo y su cuidado. Me resultó pertinente hablar de ella en estos momentos.

La bodega y su historia

Adquirida por Dieter Meier a fines de los 90, la Finca Ojo de Agua nació en 1868 cuando Pedro Luro (un importante estanciero y empresario argentino) se hizo de estas tierras al pie de la Sierra de la Vigilancia, entre Balcarce y Mar del Plata. Con los años, Meier continuó expandiendo su amor por el vino y la agricultura ecológica y ahora cuenta con viñedos en Mendoza (los primeros que adquirió). Surgiendo así la Bodega Ojo de Agua, en Agrelo, Luján de Cuyo. Luego, continuaría sumando hectáreas de viñedos en Salta y la Patagonia.
Pero, ¿quién es Dieter Meier? Descorchen un vinito y pónganse cómodos, que esta historia es igual de extensa como atrapante.

Dieter meier, un visionario

Este excéntrico e inquieto señor, nacido en Suiza, en 1945, comenzó su carrera estudiando Leyes allá por los 60. No conforme con las comparecencias ante el Tribunal y los veredictos, decide apostar a lo grande y se convierte en jugador profesional de poker, consagrándose campeón de su país. Esto tampoco fue suficiente. Años después, durante los 70, descubre una nueva pasión, que lo lleva hacia la música. Su grupo Yello, fue uno de los pioneros del movimiento electropop y del new wave. Fue vocalista de varios discos y en duetos con grandes representantes de la época.

El arte lo conmueve, lo atrapa, lo fascina y se transforma en director de cine y artista escénico, dirigiendo así películas, videos musicales, incursionó en la actuación y además (si, esto continúa) se dio el gusto de publicar un par de obras literarias, que van desde ensayos, cuentos, libros de imágenes y monografías.

En uno de sus viajes por el mundo (también en los 70), conoce la Argentina y se enamora de sus paisajes. Como con el arte, se vio conmovido, cautivado y atravesado por algo que lo hizo volver luego de más de 20 años, en el año 1996. Su amor, como les decía, por la agricultura orgánica y fundar esta bodega fue, creo, su “all- in”.

Defendiendo siempre la idea de que el terroir nos habla y que hay que escucharlo, sus vinos nacen de los mejores suelos, haciendo referencia a la aventura, realzando las características de cada uva cosechada y honrando así cada finca, cada mano que las trabaja y cada copa que se llena en la mesa.

Enólogos de Ojo de Agua

Acá viene una parte que me encanta y es un honor para mÍ. Charlar un poco con los enólogos de cada bodega, escuchar sus experiencias, absorber el conocimiento que brindan.. Es una suerte y encima todos, siempre, se prenden con mucho cariño y hasta cierta timidez. Son nuestros rockstars. Para qué andar con vueltas.

Por esas cuestiones de la vida y la vid, hace muchos años conocí al enólogo Lucas Richiardi, en aquel entonces, de la bodega Sposato. Resulta que su novia, Noe González, era la primera enóloga de Ojo de Agua. Una role model. Una genia para mÍ, sin conocerla ya la admiraba.

Para esta nota, no dudé en contactarla y preguntarle mil cosas, a todas las respondió con amor y dulzura. Arrancó su carrera literalmente en Ojo de Agua, todavía no se recibía, había un puesto para laboratorio y quedó. Era el año 2012. Fue pasando el tiempo y fue creciendo, aprendiendo y pisando fuerte. Formó parte del equipo de enólogos con Marcelo Peleritti, experto en vinificación en barricas y recibido de la Universidad Juan Agustín Maza.

Con la bodega, visitó Ibiza (donde también tienen viñedos) en el 2015, se quedó a la vendimia, le gustó y volvió cada año hasta la pandemia. En diciembre del 2020 decide cerrar ese ciclo con Ojo de Agua, de donde se retira feliz, encantada. “Ojo de Agua es tan importante en mi vida, no se si una etapa, un capítulo, porque un trabajo seguro que no. Me abrió muchísimas puertas, me dieron muchísimas oportunidades”.

Hubo una frase que me gustó mucho y hoy más que nunca hay que visibilizar: “Quizás en este rubro que está colmando de hombres no es tan sencillo que de la nada te abran la puerta de la bodega y te digan ‘listo de ahora en mas te hacés cargo de los vinos´, para mí fue un placer gigante, además conocí la vitivinicultura orgánica”.

Doble mérito. De sus manos y en conjunto con MauricioLópez (nuevo enólogo a cargo de planta luego de que Noe decidiera irse) nació el Rosado de hoy.

Noe me pasó el contacto de Mauri, que aún estando a mil en plena vendimia, se tomó el tiempo y me contó un poquito más de su historia: “Mi experiencia en Ojo de Agua arranca en el 2014, mi primer vendimia acá como operario de bodega. En el 2016 estuve trabajando en el laboratorio unos ocho meses. En el 2017 vuelvo a la parte de bodega a cargo del patio de vendimia y a mediados de ese año ya me llaman para quedar efectivo. A partir del 2018 pasé a ser el segundo enólogo y desde ahí estuve trabajando junto a Noelia (jefa de enología), prácticamente todo lo que aprendí de vinos orgánicos en estos años fue de ella Hoy en día tuve la suerte de quedar como enólogo a cargo del proyecto, un desafío bastante grande del cual estoy aprendiendo mucho.

Somos un equipo bastante joven en la bodega, nos entendemos bastante bien y eso nos ayuda a que todo salga adelante sin muchos problemas”.

Puro Rosé 2018

Bueno, acá vamos. El vino elegido para la nota, es un corte compuesto por 40% Syrah, 30% Cabernet franc, 20% Merlot y 10% Malbec. De viñedos a 1100 msnm y plantados sobre suelos aluviales, estas uvas son oriundas de un viñedo orgánico de 15 años. Su cosecha fue realizada buscando una madurez más temprana que para un vino tinto convencional, para obtener mayor frescura e intensidad aromática y lograr así mejor acidez y frescura. La Provenza argentina en su máxima expresión. Nace del prensado, significa que la uva entra directamente a la prensa, se extrae solo el jugo y eso fermenta sin las pieles (por eso su color clarito).

Su fermentación fue lenta, suave y controlada en tanques de acero inoxidable, para desarrollar todo su potencial aromático. Este es un vino orgánico, y… ¿qué lo hace orgánico? (no confundir con biodinámicos, de eso hablaremos pronto). Los requerimientos básicos para que un vino sea orgánico son: debe evitarse que durante el cultivo del viñedo no se usen herbicidas, pesticidas ni fertilizantes sintéticos, para que las uvas y la tierra sean protegidas de químicos que intervengan y hasta modifiquen los procesos naturales. También es importante que durante la creación del vino sean usados los métodos más naturales que garanticen su calidad.

Notas De Cata

De color piel de cebolla, un rosado tenue con tonos más densos, es un vino limpio, brillante y encantador a la vista. En sus aromas, se perciben fácilmente la fruta, principalmente frambuesas, frutillas y cerezas algo maduras. Sedoso y elegante, ágil y fresco en boca, con un persistente retrogusto en boca que sigue recordando a la fruta. El paso del tiempo le sentó bien, aún mantiene esa frescura y fruta en la nariz.

Lo recomiendo para tomar al sol, de tardecita.
Para acompañar el disco “Carrie y Lowell” de Sufjan Stevens.
Ideal para ensaladas tibias y frías, de hojas verdes, frutas y semillas.
Marida perfecto con los poemas de Baudelaire.

Los vinos orgánicos son el resultado del respeto, el cuidado y las manos sabias de quienes los trabajan. Son el resultado que conjuga arte, pasión y suelos nobles. Son el resultado de personas que como Dieter, Noe y Mauri, no se quedan quietos y fluyen en conjunto con la naturaleza. Hay que ser agradecidos y cuidarla. De no ser por ella, no podríamos disfrutar de estos vinos y más.

(*) Sommelier

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