Notas Vínicas: Un restaurante familiar y un Wine Tour para recordar

Por Valentina Livolsi (*)

El pasado jueves se llevó a cabo en el Restaurante San Honorato, un Wine Tour presentando parte del portfolio de Viña Cobos.

La invitación llegó en manos de Esteban Picolotti, parte fundamental del restaurante no solo porque comparte su ADN con los creadores del lugar, sino porque desde que lo conocí no paró nunca de estar súper atento y en mil cosas para que todo saliera perfecto.

Pero no quiero adelantarme. Es que cada lugar tiene algo por contar y este en particular, me gustó mucho por el cariño que emana cada persona que forma parte de este sueño familiar.

Uno de los platos de San Honorato.

La calidez que aportan sus paredes prolijamente descascaradas, la paleta de colores que acompaña en un equilibrio perfecto, la música clásica que inunda cada espacio… San Honorato es esto y más. Ubicado en la esquina de 25 de Mayo y Pringles, en barrio General Paz, este hermoso edificio anteriormente fue la emblemática panadería Belgrano.

Luego fue adquirido por la familia Picolotti para cumplir su sueño de fundir la gastronomía heredada, platos creados por sus propias manos y todos los sabores y texturas aprendidos por su vasto recorrido en la cocina internacional. José Picolotti, con quien tuve el placer de compartir la cena y la degustación de los vinos, es la mente y el corazón que hicieron surgir este proyecto familiar hace casi 20 años y quien, mientras charlábamos y me contaba los detalle de cada plato, me decía: “No queremos ni nos importa ser el número uno o el número tres, queremos ser el clásico que se diferencie del resto. No tenemos competencia, tenemos colegas”.

Y así entre recuerdos y anécdotas empezaron a llegar los pasos y con ellos… los vinos de Viña Cobos.

Esta bodega, nace hace más de 20 años a partir del interés de tres enólogos que confiaron en las bondades de los suelos argentinos. Uno de ellos es el enólogo estadounidense Paul Hobbs, quien desde 1991 cuenta con su propia bodega en California. Hobbs (a quien la revista Forbes lo bautizó “el Steve Jobs del vino”), se enamoró de Argentina y sus suelos, de su gente y sus pasiones. Luego de trabajar durante años en Catena Zapata posicionando al Cabernet Sauvignon, junto con Andrea Marchiori y Luis Barraud fundaron Viña Cobos con la premisa de producir vinos de alta gama a partir de la lectura del terruño y del respeto por las cepas.

La cena y los vinos

Para empezar, el primer paso fue un Biscatto (queso de cabra) con fungi fresco sobre pan cristal. Una entrada tibia y muy sabrosa que estuvo perfectamente acompañada por un Chardonnay Felino 2018. Oriundo de viñedos en Luján de Cuyo, Tupungato, Tunuyán y San Carlos, este blanco destaca por su color amarillo con destellos verdosos, con notas en nariz que recuerdan al ananá, la pera y el durazno; como así también a flores blancas. De buen volumen y untuoso, de acidez pujante y gran persistencia.

Felino 2018.

Continuamos con una ensalada catalana o “esqueixada de bacalao” la cual fue adaptada al paladar cordobés al mejor estilo San Honorato. Cocinado en sal, el bacalao se sirve con verduras y brotes. Maridamos este plato con el Bramare Pinot Noir 2019, de los suelos de Valle de Uco, un vino perfumado a flores violetas, frutas rojas y azules. De cuerpo y perdure medio, acidez redonda.

Bramare 2019.

Para acompañar el tercer plato que fueron un gran raviol de quijada de res con salsa de jugo de cocción y por otro lado sorrentinos de salmón, se descorchó un Cocodrilo Malbec blend 2018 con origen en Perdriel, Luján de Cuyo, de color rubí intenso, elegante. En nariz se expresan notas a pimienta blanca y negra que se amalgaman con frutas rojas y aromas florales. Compuesto con base de Cabernet Sauvignon, Malbec, Cabernet Franc, Syrah y Merlot. De buena entrada, me gustó ya que es un vino con estilo mineral, redondo, de taninos nobles y dulces aportados por sus 14 meses en barricas de roble americano. Buen final y perdure en boca.

Cocodrilo 2018.

Para el cuarto y quinto paso (este último, el postre), que fueron en mi caso y gracias a su atención un Risotto Fungi exquisito y para los paladares “carnívoros” un Magret de pato (la pechuga) acompañado de puré de manzana picante y granos de maíz tostados con salsa de oporto.

Para acompañar lo dulce, un cremoso de chocolate y aceite de oliva, la bodega eligió presentar en manos de su Brand Ambassador, Victoria –que nos visitó mesa por mesa durante la noche para compartir opiniones y el disfrute de cada copa– un Bramare Rebon Estate Malbec 2017. Nacido en San Carlos, Valle de Uco, este Malbec nos regala aromas intensos y frutales: frutas rojas ácidas, como también especias y madera presente, notas a grafito, tabaco, chocolate. Una conjunción maravillosa que decanta en un paladar extenso y prolijo marcado por su buen cuerpo que perdura en boca junto a taninos elegantes y jugosos.

Bramare 2017.

Lo maravilloso del mundo del vino, es siempre poder conocer personas maravillosas. Esto me pasó en San Honorato, y por lo cual brindé esa noche con los excelentísimos vinos de la Bodega Viña Cobos y rodeada de una familia que solamente busca llegar a los corazones de quien los visite y quedarse ahí para siempre. En palabras de José: “San Honorato es San Honorato, todo esto es una pasión”.

Que vivan el vino, la familia y una gastronomía prolija, personalizada y llena de amor como la que pude disfrutar esa noche en un restaurante tan cálido como este, en pleno General Paz.

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