Notas Vínicas: Colonia Caroya, un pasado con historia y un presente con futuro

Por Valentina Livolsi (*)

Hace unos días recibí la linda e interesante invitación de Nora Cingolani (vocal del Directorio de Agencia Córdoba Turismo y admirada colega), para formar parte del equipo de 12 sommeliers cordobeses en asistir al evento EXPO VINO 2021 organizado por la Municipalidad de Colonia Caroya junto a las Direcciones de Turismo y Cultura.

Se realizó este martes 23 de Marzo, convocándonos para conocer sus productos, degustar sus platos típicos y posicionar a esta histórica ciudad del norte cordobés como destino vitivinícola y turístico. Teniendo en cuenta que la “Fiesta de la Vendimia” de este año fue cancelada por motivo de la pandemia, este encuentro se realizó con todos los cuidados y mucho compromiso en la casa de eventos “Complejo la Canaria” ubicado en las afueras de dicha ciudad.

Los anfitriones, su intendente Gustavo Brandán, Paola Nannini quien es secretaria de Gobierno y María José Bergagna, directora de Turismo, nos dieron la bienvenida a una noche colmada de tradición, historia y sabores.

“Los vinos cuentan una larga historia, y esta se transmite en cada botella, por lo que cada vino de aquí es distinto”, señaló la directora de Turismo.

Es que estas tierras centenarias mucho tienen para contar y mucho tenemos nosotros por seguir descubriendo.

Ahora bien, ¿cómo es la mística de esta ciudad? ¿Qué papel juega el vino en todo esto? A mí particularmente me encanta, y desde ya hago un paréntesis para agradecer a colegas y amigos por llenarme de información para esta nota. Contar siempre con ellos es un honor y un placer para mi aprender cada vez más.

Los productores de Colonia Caroya.

Volvemos unos cuantos añitos atrás…

La localidad, fundada como iniciativa del presidente Nicolás Avellaneda en 1876 para crear una colonia agrícola (estas tierras pertenecieron a los sanavirones) en lo que fue la Estancia Caroya, nacida allá por 1616 en manos de los Jesuitas.

En el año 1878, más de 60 familias inmigrantes de la Región del Friuli en Italia, llegan a estos suelos y se instalan los primeros meses en la Estancia Jesuítica de Caroya.

Es maravilloso ver como, hasta el día de hoy, se conservan las raíces y tradiciones de los primeros labradores de las tierras y quienes recuperaron las viñas para continuar con su legado, como así también en lo gastronómico y cultural.

Y ahora, entramos de lleno al vino como personaje principal de esta historia. Quienes comenzaron con la producción del vino fue La Compañía de Jesús en las décadas del siglo XVII, no solo para su consumo personal sino para abastecer a otros consumidores a través de su comercialización.

Durante el pre Virreinato, esta elaboración creció hasta el siglo XVIII, momento en el cual la Corona Española expulsa a los jesuitas de sus territorios. Se cuenta que el primer vino de Argentina fue conocido como “lagrimilla” y fue degustado por el Rey Felipe V, dando certeza con esto, de que ya existía cierto cuidado y elegancia en la producción.

Pasado más de un siglo, con la llegada de los inmigrantes friulanos (principalmente) se rescató del olvido cada vieja plantación y fue así que, con nuevas herramientas y formas de trabajo se forjó una fuerte actividad de producción, que sorteó las idas y vueltas de la economía que atravesó el país en los años venideros.

Colonia Caroya y su vino conoció la gloria en los primeros años de la década de los 70, donde existían más de 1500 hectáreas implantadas con vides, y la conocida Bodega Cooperativa molía miles de toneladas de uva. Entre 1975 y 1976, sufrió la llegada de fuertes granizadas que arrasó con su producción y su ingreso económico de toda la región.

Para recuperarse le llevó más de dos décadas pero, desde los 90 y hasta nuestros días, la zona muestra una gran reconversión a nivel agroindustrial y productiva en manos de los productores artesanales nietos y bisnietos de los inmigrantes, quienes ponen cuerpo, pasión y alma para mantener viva su esencia y tradición; y también en las novedades tecnológicas aportadas por empresarios inversores que buscan llevar la vitivinicultura de Colonia Caroya al siguiente nivel.

La Expo Vino 2021

¿Qué mejor momento para demostrar su historia, su crecimiento, sus platos característicos y varias etiquetas que esta feria? Para empezar, nos recibieron con una copa de jugo de uva de la línea “Caroyita”, creado por Bodega La Caroyense y a base uva Isabella, sin fermentación alcohólica, de un hermoso color cereza, con nariz frutada e intensa, dulce y delicado. No tiene colorantes ni conservantes, lo cual lo hace un jugo 100% natural. ideal para tomar bien frío, durante el día y para acompañar quesos fuertes.

Nos fuimos ubicando en las mesas, charlando, poniéndonos al día, con ganas de hacer uso de nuestro conocimiento pero a la vez, súper relajados. Eso me encantó.

La idea del evento, era hacer homenaje a cada productor caroyense, y los homenajes se hacen en vida. Pudimos conocer a la mayoría, saber un poco más de sus aventuras en el mundo de la vid y felicitarlos. Merecen.

La cena y cata de los vinos fueron guiadas por el reconocido sommelier Emanuel Renzini, quien con su desenvoltura característica y su conocimiento hizo de aquel momento algo cómodo, fácil y sin tantas vueltas.

Los vinos que se degustaron en la Expo.

Maridaje con platos típicos

Para empezar, obviamente fue con una picada típica caroyense. Salames con denominación IG (nombre de una región que se usa para designar un producto) y con más de 25 días de estacionamiento. Quesos, bondiola, uvas, olivas verdes y negras. Impecable. ¿Con qué vino se acompañó esto? Con el Barbe Rosé, un vino casero tinto del productor Elio Venturini. A partir de uva Isabella, este tinto es más bien seco, en nariz encontré algo de salmuera, de intensidad media.

Continuamos con un Merlot de Bodega Di Candi, de nariz perfumada, floral. De persistencia media pero buen cuerpo, notas acarameladas.
Y empezó el show en manos del chef Diego Fantini.

(Antes que nada, déjenme contarles sobre la región del Friuli. Su historia ha ido marcando entre otras cosas su forma de alimentarse. Está ahí, al lado de Venecia, pero pegadita a Austria y a Eslovenia. Ha tenido una cierta influencia bizantina, fue un ducado lombardo, sufrió pequeñas invasiones eslavas, dependió de los señores feudales del sur de Austria, del imperio de los Habsburgo, de Venecia, del imperio austríaco, al que perteneció hasta comienzos del siglo XIX. Es fácil imaginarse entonces cómo estos avatares la han vuelto una entidad gastronómica con personalidad propia y de igual manera, completamente influenciada)

¿Mi plato favorito y apto veggies? El Frico, una tortilla de tres quesos con cebolla batata y papa acompañada con polenta blanca, a la plancha y dorada. Sabroso. Intenso. Una bomba.

¿Con qué vino seguimos? Un Ancelotta de Bodega Don Fabio, con taninos importantes, marcada maloláctica y de sensación amarga al final.

Mientras tanto, a la mesa llegó “La Roñosa” una mezcla de salame (chorizo también puede ser) y huevo, que se comía como entrada y aunque no lo pueda creer, hasta de desayuno. Para acompañar, “codeguines” un tipo de embutidos frescos a base de cerdo. Ensalada de achicoria y panceta salteada para equilibrar y refrescar. Aunque sea un poco.

Para limpiar el paladar y seguir conociendo novedades en materia vitivinícola, la cata continuó con la presentación de la línea “Innovazione” de La Caroyense. Innovazione Blanco: Un corte de Malvasía y Sauvignon Blanc, elegante y color amarillo tenue, brillante y de aromas cítricos, florales y algo herbal. Innovazione Tinto: Resultado del corte Petit Verdot, Malbec y Cabernet Franc. Es un vino joven, complejo y redondo en nariz.

Tocó el turno a Bodega Terra Camiare, que nos agasajó con su Ovum Reserva Cabernet Franc 2019, un vino sin máscaras, terroso y mineral. Untuoso y elegante, con mucha fruta fresca. El vino fermenta en la misma vasija de cemento.

Por otro lado, y para otros gustos también, descorcharon un Socavones Cabernet-Cabernet Reserva, este vino ya con paso por madera, nariz especiada y fruta madura, mermelada.

¿Maridaje para estos vinos? Música típica friulana. Seguimos charlando, disfrutando cada vino y entendiendo a donde apunta cada uno, cada historia y cada botella.

Para el postre, una copa de duraznos naturales con merengue italiano, acompañado ahora por la ya conocida y polémica Isabella (también conocida como Chinche o Frambua), de la línea Indama 2020 también de Terra Camiare. Ligero, afrutado, recuerda a frutas rojas como frambuesas, frutillas y cerezas.

Para ir cerrando la noche, un Espumante Brut Caroyense Piu de La Caroyense, de color amarillo casi dorado, delicado, con aromas a fruta de hueso, citricos y algo de levadura. Fresco y de prolongada duración. Elaborado a base de Sauvignon Blanc y Chardonnay.

Con este, suman las nueve etiquetas degustadas esa noche. Nueve etiquetas con una historia diferente, una historia de inmigrantes llegados a estas tierras para continuar su legado, una historia de nietos y bisnietos usando todavía esas herramientas centenarias.

Historias de bodegas con ganas de industrializarse y lograrlo, llegando así más lejos y cumpliendo con sus ideales.

Historias donde cada uva es el resultado de años pasados, años donde el vino era una fiesta, años donde la vendimia se hacía entre todas las familias del pueblo y se festejaba la cosecha, el trabajo y la familia.

Historias por escuchar y sobretodo, probar.
Porque el vino es algo vivo que tiene mucho, mucho por contar.

(*) Sommelier

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