(*) Por Roberto Colmenarejo
La Biblia, el libro sagrado de los pueblos cristianos, contiene en su texto decenas de menciones a la noble bebida obtenida por fermentación de las uvas. Sin lugar a dudas, el vino acompaña al hombre desde tiempos inmemoriales, no solo alimentándolo sino también haciendo más feliz y relajada su existencia.
Estudiando el Antiguo Testamento pueden hallarse numerosas referencias donde se destaca la importancia del vino como un producto alimenticio valioso.
Así, en el Génesis se lee la bendición de Isaac para Jacob: “Dios te dé, pues, el rocío del cielo, y de la riqueza de la tierra, abundancia de grano y de vino nuevo” (27:28).
En Deuteronomio el propio Jehová promete: “Yo daré la lluvia de vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la tardía; y recogerás tu grano, tu vino dulce y tu aceite» (11:14).
También en El Cantar de los Cantares el hombre señala los alimentos que disfruta: “Yo vine a mi huerto, oh hermana, esposa mía; he recogido mi mirra y mis aromas; he comido mi panal y mi miel, mi vino y mi leche he bebido” (5:1).
En igual medida, se encuentran profusas alusiones al vino como “alimento del espíritu”, para regocijo de los hombres que lo beben y comparten.
Eclesiastés invita a los fieles: “Anda, y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus obras ya son agradables a Dios” (9:7). Y luego agrega: “por el placer se hace el convite, y el vino alegra a los vivos” (10:19).
Como si esto fuera poco, existen además claras indicaciones que lo reconocen como un producto saludable.
En la primera carta de San Pablo al Apóstol Timoteo se observa el siguiente consejo: “No sigas bebiendo sólo agua; toma también un poco de vino a causa de tu mal de estómago y tus frecuentes enfermedades” (5:23).
Sin embargo, son innumerables también las citas que se hacen en el texto bíblico al consumo moderado y responsable de esta bebida.
Como ejemplo, en el libro de Eclesiástico -considerado apócrifo para algunas ramas del cristianismo, no así para el catolicismo- se puede encontrar la bellísima cita: “Como la vida es el vino para el hombre, si lo bebe con medida ¿Qué es la vida a quien le falta el vino, que ha sido creado para contento de los hombres? (31:27).
Finalmente, en infinidad de pasajes se nos previene del mal uso de la bebida, de las consecuencias que el exceso de esta puede provocar.
Quizás los dos mejores advertencias estén en el libro de los Proverbios, donde se avisa: “El vino lleva a la insolencia, y la bebida embriagante al escándalo; ¡nadie bajo sus efectos se comporta sabiamente! (20:1) y continúa luego: “No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece en la copa; entra suavemente, pero al final como serpiente muerde. Tus ojos verán cosas extrañas y tu corazón proferirá perversidades” (23:31,32).
¡Gocemos pues del vino maravilloso, pero siempre respetando su justa medida!
(*)Sommelier y docente – [email protected]
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