Un día probando los hornos de Los Molles junto a Lalo Freyre y Dante Enriquez

Por Agustín “Lito” Navarro (*)

Desde Los Molles surge la idea de compartir un día junto a Lalo Freyre y Dante Enriquez en el bellísimo espacio del Club de Polo San Alfonso del Talar, ubicado en Mendiolaza, con la propuesta de poder mostrar lo fácil y práctico que es cocinar con cualquiera de nuestros equipos. El resultado: un memorable encuentro de anécdotas y vivencias, colmadas de risas y complicidades. Larga jornada que nos dejó varios platillos con diferentes estilos de cocciones, con variedades de aportes a la hora de cómo le gusta cocinar a cada quien, entendiendo como reza aquel famoso dicho “cada mago con su libro”.

Pudimos jugar con el fenomenal (y como me gusta anunciarlo personalmente), el multifunción horno Quebracho de Los Molles, el cual nos da la libertad de poder usarlo a gas o a leña con sus famosos ahumadores incorporados y hacer lo que en ganas venga. Desde lechones enteros de hasta 14 kg (incluso dos por vez), cabritos, medialunas, tartas, pizzas a la piedra, empanadas, macarrones gratén, canelones, y la lista es infinita no quisiera aburrir ni caer en repetidas. 

Uno de los hornos de Los Molles.

Qué cocinamos

Junto a Lalo llevamos a cabo el ritual del lechón al horno, utilizando en esta oportunidad la sal de 7 Onzas, ideal para canes, los detrás de escenas dejaban ver en las miradas el deseo de que ya estuviese listo para cual campero con pan en mano, sentarse a comer en la compañía del tinto, que minuciosamente Lalo seleccionó. 

Pasamos por una estrellita llamada Lapacho, que es el fogonero hexagonal emblema, ya que poseen varios modelos más, pero este en particular es COM-PLE-TO, lo tiene todo: estaca, parrilla con sector de achuras, diablito, soporte de tablas, patas rebatibles y disco. 

En él logramos lucir los tomahawk, mientras que de cerca Dante le ponía su completa atención al costillar entero asado a la estaca, al cual castigaba con su ramo de romero y tomillo embebido en salmuera.

En la parrilla Caldén pudimos utilizar el anexo de estaca para hacer otro costillar que, bajo el soleado calor de aquel día domingo, compararíamos distintas técnicas y sabores de nuestros invitados asadores. 

En esta parrilla Lalo nos sedujo con unos ojos de bife finalizando con el toque mágico de manteca perfumada con granos ahumados de pimienta negra. Luego, en dueto con Dante, prepararon unos brochettes macerados en aceite saborizado Senzatti, sabor mediterráneo, que fue el tentempié que dio inicio al arrimo a la mesa decorada y armada con los detalles de Eugenia.

El periodista Lalo Freyre.

Más magia

Si hasta aquí no logré que te dieran ganas armar la juntada para el próximo encuentro, dejame agregar este tip que Dante nos trajo dejando en claro que siempre algo nuevo aprendemos: elaboró unas empanadas de mollejas con un toque de menta fresca cocinada a la parrilla. Con cuidado y atención consiguió dejarlas crocantes y ahumadas por fuera, pero húmedas por dentro, al degustarlas nuestras altas expectativas cayeron rendidas en un choque de copas a modo de aprobación. En el silencio tan profundo por nuestras bocas llenas, contemplamos el trinar de las aves curiosas que llegaban desde las copas de los árboles.

Claro que sí, hubo acompañamiento y no todo fueron carnes. También en horno como a la parrilla hicimos verduras: una tremenda calabaza rellena con salteado de salchicha parrillera, morrones ahumados, queso mozzarella, cebollita caramelizada y panceta crocante, daba pena cortarla de tan bella que quedó. De hecho, no me gusta presumir pero fue tendencia en las redes sociales cuando le tomaron fotos para el estado. Detrás de ello y seguidito como colectivo en jornada pico, salieron las crocantes papas y batatas del horno en compañía de las cebollas cocidas enteras para mantener la humedad y liberar su dulzor, que tan bien conjugaba con la costra impregnada de las especies que las papas y batatas traían. 

El chef de 7 Onzas. 

Hasta aquí ya teníamos el pupo para fuera, pero la jornada no acababa, como tampoco el vino, así que traje una olla de barro. Para sorpresa de algunos, más retirados de la escena, estábamos usando el horno Guayacán, y aquí hago una pausa porque este horno emula al tradicional horno de barro, se cocina en la misma cámara donde se hace el fuego, aportando todo el sabor característico.

Volviendo a la cuestión o mejor dicho a la olla, al destaparse, dejé ver una tapa de asado cocida junto a verduras en vino tinto y tomates maduros, y todos buscaron pan para mojar y probar. Mientras, cual mago en fiesta de niños, no paraba de sacar cosas de adentro: salió una tremenda pizza cocida a la piedra, que estaba más crocante que estudiante a fin de mes.

El chef Agustín "Lito" Navarro. 

Fin de la jornada

Para culminar y ya entrada la tardecita, alrededor del fogonero Ombú nos reunimos para degustar algunos vinos más y, ya que sobraban brasas, cocinar en su parrilla exclusiva como anexo lo que quedaba. 

Mientras agitaba la copa como si supiera lo que hacía con el vino, la mirada se me fue a la lumbre del fuego que el fogonero nos daba, sumergido en un estado de trance donde entendí que muchas veces postergamos lo que nos gusta limitados o condicionados por las dudas y el dinero. Vinimos a este mundo sin nada y lo que logremos dependerá de los factores y nuestro ímpetu…pero algo quedó en claro: los gustos se dan en vida… nunca jamás posterguemos lo que nos da felicidad y más si es compartida. 

Cuando ganas hay, las excusas debemos callar, y con felicidad comprar o llevar a cabo, empoderando a la célebre frase: ¡para eso trabajo!

(*) Chef y parte del equipo de Los Molles

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