Por Nicolás Marchetti (*)
Venecia es mágica, única, increíble desde el minuto cero. En esta última parada de La ruta del aperitivo italiano junto a las ganadores de #Mapa14 (Facundo Tochi, Federico Schneidewind, Matías Dana y Mariano Ramírez) descubrimos algunos de sus mejores bares y fondas en las inolvidables 48 horas que vivimos en ella.
Llegamos a la estación de trenes provenientes desde Torino, hicimos algunos trámites y buscamos una salida a un espacio abierto habilitado para fumar. Y apenas se vió un poco de luz apareció ante nuestra humanidad el gran canal, las góndolas, los puentes y toda una escenografía maravillosa, bellísima, tapada por el agua, con miles de turistas felices y cientos de lugareños haciendo señas para acá y para allá.
Como es una ciudad bajo el agua, no hay autos, motos ni colectivos. Hay un gran canal en donde uno se toma el ferry hacia las diferentes paradas. A nosotros nos indicaron mal la ubicación del hotel así que nos perdimos. Subimos y bajamos del ferry varias veces, fuimos de acá para allá con nuestras maletas y nada. A veces aparecíamos en un lugar donde habíamos estado hacía media hora.
Todas las calles son muy laberínticas y hay mucha gente dando vueltas, con lo cual todo se complica aún más. Pero la verdad es que da gusto perderse y descubrir los detalles de esta ciudad que realmente enamora. No exagero. Es la belleza misma hecha ciudad.
A beber
Luego de dos horas de dar vueltas por los distintos barrios encontramos el hotel, que se llamaba Ca’ dei Conti (cuatro estrellas). Al lobby se accede a través de un puente y una vez adentro, en una elegante habitación de dos pisos, de madera y muebles antiguos, con jacuzzi y todos los chiches, nos reciben con un prosecco en una frapera llena de hielo.
Con todo el tema de la tardanza, no habíamos probado bocado desde que salimos a la mañana de Torino, así que sin almuerzo ni merienda encima pasamos derecho al aperitivo de la tarde. Obviamente nunca olvidaremos esa hermosa sensación de llegar a Venecia y ser recibidos con honores en nuestra residencia momentánea.
Luego salimos a la calle y al igual que en Torino, en Venecia no hay una ruta estricta del aperitivo. Hay que hacerla con las referencias y recomendaciones de cada caso. Por ejemplo, no se puede pasar por alto el Harry´s Bar, pequeño y emblemático espacio frente al gran canal en donde tomamos un Bellini (prosseco y pulpa de durazno natural -o en conserva- según la estación del año, en vaso tipo copa flauta ancha).
Este trago es un emblema del mundo de la coctelería y tiene su precio: 16.50 Euros. Igual, como alternativa al Bellini hay muchos otros cócteles, como el Prits (9 euros) compuesto por un delicioso bitter de ruibarbo llamado Zucca que se combina con hielo y Prosseco, entre muchos otros.
El bar de Harry es un clásico de todos los tiempos. Fue creado en 1931 por el camarero y empresario Giuseppe Cipriani, a quién también se le atribuye la invención del carpaccio. Esta y otras historias increíbles están registradas en un libro que gentilmente el bartender de la casa, el señor Marco Salvadore, puede enseñarle al visitante. Siempre vestido de riguroso traje blanco, moño negro y lentes de carey de marco grueso negro. ¡Marco tiene una onda increíble!
Hay que saber que el Harry´s Bar es muy elegante y que no se puede ingresar con zapatillas ni mochila. Un dato de color muy interesante es saber que aquí están las mismas etiquetas sobre la barra (y dispuestas en la misma ubicación) desde hace muchos, muchos años.
Hay que saber elegir
Venecia es preciosa, increíble, mágica. Más de cien islas del mar adriático conectadas con más de 400 puentes generan un espacio urbano inigualable, lleno de callecitas y recovecos laberínticos en donde hay una oferta de más de mil bares y restaurantes. Como en toda ciudad turística la oferta es amplia y hay que saber elegir para vivir una experiencia realmente diferente.
Tal cosa se puede hacer en un pintoresco y delicado restorán llamado Ristorante Al Vagon, en el que almorzamos al día siguiente. Está frente a un canal y tiene una hilera de mesas de madera decoradas con violetas de los alpes en paralelo al cauce de agua. Resulta un cuadro conmovedor el contraste entre los colores de la casa ubicada enfrente (a menos de cuatro metros), el agua del canal, los manteles blancos, las copas de cristal perfectamente relucientes más las flores sobre la mesa. Un flash total.
Todo eso genera un microclima único que lleva a disfrutar de un almuerzo pausado, con el sonido del agua golpeando las paredes ahí nomás. Ordenamos un Aperol Spritz (hielo, Prosseco, Aperol, soda y media rodaja de naranja) para sumarle todo su color anaranjado a la postal perfecta que se genera cuando un gondolero pasea a otros turistas en nuestras narices.
El aperitivo se acompaña con aceitunas, aceite de oliva, aceto, pan. Todo con sabores muy sutiles. De entrada se recomienda una ensalada fría de pulpo con mini hojas de rúcula, tomate y apio. Se muele sal y pimienta encima y lo que sigue es el mismo paraíso de los sentidos, al igual que cuando se prueba la lasaña: húmeda, esponjosa, de bolognesa con ricota fresca y salsa bianca.
Por último hay que probar el expresso, que como indica su nombre, se bebe rápido. En una taza pequeña de café la medida no llega a la mitad. Y el que pide un ristretto bebe menos pero el sabor es más intenso todavía. Una cuenta por un buen almuerzo en Venecia ronda los 30 Euros por persona. Y bien valen la pena.
«Cicchettis» y más
Un lugar tradicional, abierto desde finales del siglo 19, algo escondido del ruido y con la gastronomía típica del lugar es el Ca D’Oro alla Vedova. Aquí se comienza con unos apetitivos (se puede probar el vermú Braulio con soda) y unos «cicchettis», que son las tapas locales, típicas de la región del Veneto: verduras asadas, albóndigas de carne, alubias en escabeche, bacalao con polenta bianca, escabeche de sardinas con cebolla dulce y pasas de uva, vieyras con oliva, perejil y pan rallado bien dorado sobre la concha; o mejillones, chipirones y pescado grillado. Todas deliciosas y bien frescas.
Luego de los primeros platos, se vienen los segundos. Pueden ser pastas (linguini all’amatriciana, lasaña) o bien platos más regionales como la sepia en su tinta con polenta blanca (bien cremosa) o pulpo en salsa roja elaborada con porotos, aceitunas y el toque picante del peperoncino. También se acompaña con polenta blanca, tan única y especial para este tipo de platos guisados.
Para el postre se puede probar la torta de tres chocolates con crema o el strudel de la casa, elaborado por un cocinero de origen austríaco que trabaja en el local. Coronan un festival de sabores excepcionales. Una buena cena aquí también ronda los 30 Euros.
Por supuesto que se puede comer por más y por menos dinero tanto en Venecia como en Torino o Milán. En todos los rangos de precios hay excelentes propuestas. Se puede tocar el cielo con las manos probando desde una porción de la mejor pizza, comiendo un sándwich de pan de masa madre con prosciutto o comprando materia prima en el mercado para hacer una picada en el parque, hasta por supuesto visitando un restaurante formal con estrellas Michelin.
Repito: el secreto es buscar referencias y disfrutar, aperitivo en mano, de lo que la Italia tiene para ofrecer. El viaje con los compañeros –hoy amigos- termina aquí, pero Venecia no será la última parada de esta crónica por los sabores de Italia.
¡Nos vemos en la próxima!
(*) Director de Circuito Gastronómico.
Si querés leer la crónica del primer día en Italia (en Milano), hacé clic acá.
Si querés leer la crónica del segundo día en Italia (también en Milano), hacés clic acá.
Si querés leer la crónica de los días en Torino, hacé clic acá.