Por Alejandro Maglione (*)
Uno más. Ya es una tradición que el hotel Conrad de Punta del Este, para fines del mes de enero, convoque a los amantes del buen vino. Este año, durante el 27 y 28 de enero pasados, los enormes salones del subsuelo del hotel se vieran repletos de degustadores amateur y profesionales deambulando con la copa en mano. Pero no fue una edición más: el Salón del Vino experimentó el crecimiento natural de aquellas actividades que estando bien organizadas -y sostenidas en el tiempo- terminan por convertirse en un éxito.
De los uruguayos, casi todos. Es difícil listar la cantidad de bodegas uruguayas que estuvieron presentes aportando sus mejores vinos. Tenía cierto temor, porque había tenido una gran desazón de la exposición de la que habían participado unas semanas antes en Buenos Aires: realmente me asombró el conjunto de errores cometidos en el primer cruce que hacían del Río de la Plata. Un botón de muestra: varios se quedaron sin vino a poco de abierta la exposición que duró apenas unas horas de un solo día. Inexplicable. Estando en el Salón hablé con varios bodegueros orientales y la coincidencia estuvo en que la organización del lado uruguayo no los había preparado adecuadamente, y el aluvión de porteños los sorprendió.
En el caso del XV Salón la cosa fue muy distinta, por suerte, y mirara a donde se mirara aparecían marcas como Narbona, Juanicó, Pisano, Bouza, Carrau, Lucca, Irurtia, Los Cerros de San Juan, Marichal, Pizzorno, Bertolini y Broglio, H. Stagnari entre muchas otras.
De Salón. Fue difícil abarcar la muestra, la oferta de vinos de diferentes bodegas de muchos países fue abrumadora, a la vez que el horario de apertura fue magro: de 21 a 1 de la madrugada, durante dos jornadas. El curador fue un hombre experimentado, Rodrigo Calderón. Es justo reconocer que dejó hasta el último aliento para que todo sucediera de manera ejemplar, como sucedió.
Los stands. Los hubo austeros, pero también magníficos. Fueron de destacar los de las bodegas uruguayas Garzón y Familia Deicas; el de la argentina Trapiche; el de Grand Cru Uruguay con toda la oferta de vinos que tiene en cartera. Hablando de distribuidores, es justo reconocer que en general estos también tuvieron un papel destacado en el éxito de Salón, y gracias a ellos se podía acceder a los productos de bodegas de renombre mundial con inusual generosidad.
Todos hicieron malabares para atraer gente a su stand. Daniel Pi, por ejemplo, enólogo de Trapiche, se paseó con una botella mágnum de Iscay 2007 en brazos, anticipando que la abriría en el stand de su bodega: es el primer vino que había hecho cuando entró a trabajar en ella. Obviamente, el stand estuvo a full en los siguientes 5 minutos (el vino era un auténtico terciopelo). Daniel también dio una muy interesante charla sobre los vinos que hace en la zona de Chapadmalal, en la provincia de Buenos Aires. Fue atrapante el dato que dio sobre que la capa negra que se aprecia en esos terrenos a orillas del mar: no se trata de humus, sino de los restos de las cenizas de los volcanes que formaron la cordillera de los Andes hace unos 6 millones de años. Todos los días aprendemos cosas interesantes, sin duda.
Casi todo el mapa mundial del vino. Fue imposible abarcar todo. Bodegas uruguayas, argentinas, chilenas, francesas, norteamericanas, neozelandesas, sudafricanas, húngaras, españolas, italianas, portuguesas, todo el mundo. Tal despliegue geográfico permitió deleitarse con maravillas de la bodega Penfolds de Australia como su Bin 128 Syrah 2013; o el Matua Pinot Noir 2011 de la bodega Matua Estate de Nueva Zelanda; también el Albariñós Línea Reserva 2016 de la bodega Garzón de Uruguay mostró porqué se habla tanto de él. El Pinotage 2015 de la bodega sudafricana Stellenrust refrescó la memoria de algunos que ya lo habían tomado con anterioridad.
Hungría presentó una curiosidad que fue el vino Tokaji Dry Oremus Mandolas 2011. La bodega Redtree de Norteamérica ofreció un Zifandel 2012 del mismo nombre. La bodega Ricossa del Piamonte acercó un Barbaresco 2012. Es decir, que uno lavaba su copa, caminaba unos pasos, y cruzaba de Australia a Francia, y de allí a Nueva Zelanda, en un viaje imaginario que parecía no tener fin.
Faltarían mencionar los vinos que dieron una contudente presencia de la Argentina, y usando una frase hecha: estaban todos los que eran. Desde Fin del Mundo a Terrazas de los Andes; desde Zuccardi a Zorzal; desde Catena Zapata a Luigi Bosca; desde Achaval Ferrer a Las Perdices; desde Rutini a Pulenta Estate; docenas de bodegas de nuestro país que dijeron presente a esta verdadera fiesta mundial del vino.
Conclusión. Punta del Este fue por unas horas fue la capital del vino de la región. Pienso que en una próxima edición tendría que haber un horario para que puedan acceder a catar el mundo, algunos alumnos de enología uruguayos. La muestra fue tan amplia, tan exquisita, tan equilibrada, que son también oportunidades para la enseñanza, no solo para la exhibición. El maestro Fernando Vidal Buzzi solía responder de la siguiente manera a la pregunta acerca de cómo aprender de vinos: «chupando», decía.
(*) Nota de Alejandro Maglione para ConexiónBrando
[email protected] / @MaglioneSibaris
Escuchá “La isla de los Sibaritas”, el mejor programa gourmet de la Argentina, conducido por Alejandro Maglione, haciendo clic en este enlace.