Por Julián Varea (*)
En esta breve reseña me acerco para exponer algunos argumentos y cuestionar muchas de las actuales afirmaciones sobre el gin y el gin tonic, ya que se sostiene que en estos últimos años (en particular los últimos 12 meses) este producto tuvo su boom y hoy está de MODA.
Que el producto está teniendo un auge no hay lugar a duda, pero más que una moda (acotada a un tiempo determinado) lo que nos ha ocurrido a los argentinos es que la gran mayoría de nosotros ha descubierto este producto, que en la mayor parte de Europa hace décadas (o siglos en otros países) goza del status de un CLÁSICO.
En Europa
Desde el 1700, el gin está sólidamente instalado en Inglaterra o incluso en España que es hoy uno de los principales consumidores de este producto a nivel mundial; allí, llegar a una barra y pedir un gin con tal o cual botánico o con determinada agua tónica es desde hace muchos años tan común como sentarse en un restaurante argentino y diferenciar en una carta de vinos un Cabernet Franc de un Malbec.
Sí, es cierto que estamos descubriendo masivamente como sociedad ese gran centro de fuerzas que es el todopoderoso ENEBRO, con sus matices especiados y cítricos, con su nariz resinosa e inigualable, es algo parecido al momento de incorporación como cultura a las variedades de lúpulo o de maltas en los distintos tipos de cerveza o de las diferentes uvas o terroirs presentes en el vino.
Con el gin, más que el nacimiento de algo grande en el país, es como si nos hubiese llegado de visita un primo ya entrado en años desde exterior, cuya estampa estamos adornando con todas las bondades de nuestro suelo, la pasión de nuestros productores y el calor de nuestro público, que celebra el arribo de este clásico.
(*) Julián Varea es el creador de Gin Heráclito, vermú Lunfa y bitter Barbena, entre otros.
