Muchas son las historias sobre el origen del amaro alcohólico elaborado con una veintena de extractos vegetales conocido como Fernet. Pero, entre todas ellas, existe un punto en común sobre el que no hay discusión: no se trataba de una bebida recreativa, como lo es hoy, sino de un tónico medicamentoso para prevenir o curar las enfermedades digestivas. La afirmación se demuestra con una revisión de algunas publicaciones gráficas aparecidas a finales del siglo XIX y principios del XX donde se promocionaba el elixir recientemente llegado a Buenos Aires.
Lo más curioso, sin embargo, es que el Fernet, siempre importado de Italia, más específicamente de Milano, no sólo era un líquido que venía embotellado, también se presentaba en pastillas.
Pero, ¿quién las fabricaba y para qué servían? El 16 de noviembre de 1907 se publicó en la revista Caras y Caretas un anuncio de la «Fernet Company de Milán» que promocionaba un concentrado de fernet en pastillas para curar «las enfermedades del estómago, la digestión y la fiebre». El aviso, hallado por el barman e investigador de la historia de la coctelería argentina Ariel Lombán, publicitaba las tabletas elaboradas con la fórmula del doctor papal G. Lapponi, y de acuerdo a «la ricetta originale del Dottor Fernet» (sic).
«Fernet Tavolette. Fórmula Prof. D. G. Lapponi. Archiatro di sua Santita. Secondo la ricetta originale Del dottor Fernet. Unica concessionaria original Fernet Company, Sede Milano Italia», decía el envase importado que contenía unas tabletas triangulares. Su creador era Giuseppe Lapponi, probablemente uno de los médicos italianos más famosos del mundo en aquélla época. Autor de libros como «Compendio di medicina legale secondo la legislazione italiana» (1894) y de «Hipnotismo y Espiritismo» (1906), Lapponi era conocido por ser el médico personal de Vincenzo Gioacchino Raffaele Luigi Pecci, célebremente conocido como León XIII, que fue papa desde 1878 hasta 1903, cuando murió a los 93 años, siendo uno de los pontífices más añosos de la historia y que más duraron al frente de la Iglesia Católica.
Lo cierto es que el papa León XIII consumía los tónicos que le proporcionaba Lapponi tanto como los del emprendedor franco italiano Angelo Mariani, creador del «Vin Mariani», el combinado de vino de burdeos con hoja de coca peruana, el cual recomendaba públicamente para tonificar el espíritu.
Cuando las pastillas de fernet llegaron a la Argentina con el sello del Dr. Lapponi, este ya era conocido en los grupos más ilustrados de Buenos Aires.
Su nombre resonaba entre quienes conocieron la triste historia del joven salesiano mapuche Ceferino Namuncurá, que finalmente murió en Roma, en marzo de 1905, a los 18 años de edad. Como médico papal, el doctor italiano había intentado curar la tuberculosis de Namuncurá, pero no tuvo éxito.
De cualquier manera, tanto en Europa como en América Latina, Lapponi vendía medicamentos con su firma: su nombre era una marca de calidad. Incluso en Alemania llegó a promocionar un tónico adelgazante llamado «Antipostin», elaborado por la droguería Wagner & Mailier, propiedad de Ernst Ferdinand Emil Marlier, un farmacéutico alemán que se convertiría en un poderoso fabricante de drogas con el ascenso del nazismo.
Marlier sin embargo no se hizo famoso por las denuncias de violencia de género (era un asiduo golpeador de mujeres) ni por prometer curas imposibles con medicamentos falsos (como fue denunciado más tarde) sino por ofrecer su mansión, la Villa Wannsee, para que los jerarcas nazis se reunieran en la «Conferencia de Wannsee» (1942) donde se plantearon las estrategias para el genocidio del pueblo judío en Polonia.
Un elixir trasatlántico
Según parece, las pastillas con extracto de fernet ideadas por el doctor Lapponi y promocionadas para contrarrestar «las enfermedades del estómago, la digestión y la fiebre» eran tanto o más efectivas que el fernet en líquido.
De hecho, el fernet usado como medicamento salvó miles de vidas, a finales del siglo XIX, cuando se lo empezó a recetar como profiláctico contra las epidemias de cólera en los puertos italianos y en los viajes de ultramar, entre 1880 y 1890.
Los inmigrantes italianos, pequeños campesinos y pasajeros de la tercera clase viajaban más de cincuenta días en condiciones de hacinamiento, haciendo aún más fácil la propagación del bacilo del Cólera morbus que provocaba fiebre, parálisis, diarrea, deshidratación y muerte.
En aquellos tiempos, cruzar el océano Atlántico con una botella del elixir amargo, o con pastillas de fernet significaba mucho más que una buena ocasión para deleitarse con un cóctel o embriagarse.
Así está documentado en el libro «Historia del Fernet» (editorial La Verdad, Buenos Aires, 1902), una publicación financiada por Freiz & Cia, la empresa importadora de fernet en la Argentina.
La publicación, que este cronista consultó en la Biblioteca del Museo de la Ciudad de Buenos Aires, cita documentos aportados por el doctor Juan B. Scotti, director del Hospital de Coléricos de Milán, fechados el 3 de diciembre de 1875: «El fernet daba aliento y entonación, y si bien aumentaba las evacuaciones, era de un modo depurativo y benéfico. Después de dos meses de observaciones y experimentos, me creo en el derecho de emitir mi juicio y sacar la conclusión de que dicho licor es un antídoto directo y ejerce una acción terapéutica profiláctica contra la naturaleza paralizadora del cólera».
El misterioso doctor Fernet
En la etiqueta de la caja de pastillas con fernet del aviso publicado en la revista Caras y Caretas, puede leerse la siguiente frase: «Secondo la ricetta originale Del dottor Fernet».
Pero, ¿quién era el doctor Fernet? Como puede consultarse en la Enciclopedia Británica, disponible en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, la entrada «Fernet, Charles» asegura que se trataba de un célebre médico parisino nacido el 8 de febrero de 1838. Miembro de la Academia de Medicina (1897), fue autor de numerosos libros como «Los satélites del alcoholismo» (1906), «Las virtudes higiénicas» (1914) y del ensayo «Sobre la gimnasia abdominal aplicada al tratamiento de la constipación».
Nada dice, sin embargo, sobre la autoría intelectual de las pastillas de fernet ni del Fernet mismo como un tónico anticolérico.
El misterio, por ahora, sigue abierto.
Fuente: www.lanacion.com.ar