Novedad de los Zuccardi: ¿piedra Infinita o placer infinito?

Por Alejandro Maglione (*)

Había una vez
Una familia mendocina conocida como los Zuccardi. Esta familia tenía y tiene una característica que le fluye naturalmente: el amor por la excelencia. La excelencia trae como aparejada una consecuencia lógica: la calidad en todo lo que hacen. Así, verlos a José Pepe Zuccardi y a Ana Amitrano, juntos con sus hijos Sebastián, Miguel y Julia, más el resto de la familia, incluidos los nietos, que también podrían ser protagonistas de esta familia Ingalls mendocina, porque son lindos por donde se los mire, verlos, decía, inaugurando su nueva bodega, que bautizaron Piedra Infinita, era imposible para los numerosos invitados presentes no compartir el orgullo y la satisfacción que desbordaba a ambos padres.

El nombre
Es interesante recordar que Sebastián Zuccardi tuvo el inusual gesto de hacerle un reconocimiento a la querida Fanny Polimeni, enorme periodista enogastronómica, por la elección del nombre. Al parecer, un día que los dos charlaban sobre la magnitud de la obra que se estaba llevando a cabo, Sebastián le comentó que había tenido que mover 1000 camiones de piedra y canto rodado para despejar el terreno. Tras cartón le dijo a Fanny que todavía no habían encontrado el nombre para el lugar. Y esta monstrua de la cultura general, con cierta naturalidad, le dijo: «Pónganle Piedra Infinita, como un homenaje al gran poeta mendocino Jorge Enrique Rampoldi, que escribiera un poema con este nombre». ¡Paf! Sebastián compró la idea, y de inmediato consensuó con el resto de la familia para llevarla a la práctica. Convengamos en que el gesto de Sebastián es poco, muy poco frecuente.

Cuando contó la historia en las palabras que dijo durante la inauguración, los presentes estallaron en un aplauso de reconocimiento a la cultísima Polimeni. Bien hecho.

Gastón Acurio con amigos
El año pasado anduve en una visita casi privada, acompañado por otra gran periodista, María de Michelis, y visitamos la obra de la bodega. Allí estaba Pepe en la terraza con su casco amarillo de obra, dando órdenes a los obreros. Creo que mi falta de conocimientos profesionales sobre la ciencia que guarda la ingeniería civil, me permitió dudar de la afirmación del dueño de casa: «En marzo inauguramos». De allí fuimos a un almuerzo con Ana, Julia su hija y Juan Ignacio Guzmán, su yerno, en un restaurantito donde comí unas pastas que quedaron grabadas en mi recuerdo. Volví a preguntar si no era ambiciosa la idea de inaugurar en marzo. La respuesta familiar fue: «Si Pepe dijo que va a estar lista, va a estar lista». Y estuvo lista.

Me encantó que la bodega tiene un fin industrial específico: «Hacer vinos de terroir», dijo Sebastián en su presentación, que terminara con la voz quebrada por la emoción. Esa precisión habla de que la partida de defunción de los malhadados vinos parkerizados, globales, llegaban a su fin. Los periodistas adoradores de Parker, si es que quedaba alguno, seguramente terminarán por acompañar este giro de 180º.

El recorrido de la bodega fue encantador. Bien organizado todo, sin tumultos. Los centenares de invitados fueron divididos en grupos para poder recorrer con comodidad las instalaciones. Y a cada espacio al que se accedía, se encontraba ya fuera a tres parejas de bailarines sacándole virutas al piso de cemento (¿qué?) mostrando su habilidad artística. O al entrar a la sala de barricas, había un conjunto de cámara, que no daba ganas de seguir caminando y quedarse en esa penumbra escuchándolos en el más absoluto silencio.

Los significados
Mi sugerencia a futuro es que haya un folleto donde se explique qué significa cada cosa. TODO tiene un porqué. No es una edificación linda y punto. Sebastián comenzó por explicar desde la puerta de entrada. Sí, la puerta tiene un trabajo de hierro forjado, maravillosamente ejecutado por el artista local Roberto Rosas, quien falleciera recientemente, y que en la ocasión fue representado por su hijo.

El jardín de entrada tiene un trabajo de paisajismo excelente, donde priman los arbustos conocidos como «olivillos». Su autor fue Eduardo Vera.

La obra en su conjunto fue concebida por los arquitectos mendocinos Fernando Raganato, Tom Hughes y Eugenia Mora. Fueron ellos los que tuvieron que interpretar el deseo familiar de que todo recordara el paisaje donde estaría construida. Por eso se aprovecharon las piedras infinitas que hay en el Paraje Altamira. Las paredes son todas diferentes, con movimientos curvos y trapezoidales para imitar los paisajes de la cordillera que siempre están allí, majestuosos, como dándole marco a todo el oeste de Mendoza. En la medida de lo posible la intervención en el paisaje debería ser la menor posible.

Así como los artistas, como el recién mencionado Rosas, el pintor mendocino Carlos Alonso que hizo las ilustraciones sobre el libro de poemas de Rampoli que nos obsequiaron a la partida, todo debía ser mendocino. Sebastián remarcó: «Hasta la arena y el agua utilizada son del río Tunuyán». Me resultó fácil pensar en este joven viticultor, como él mismo se titula, allá por el 2007 mirando ese terruño e imaginándolo un día cultivado y con una de las bodegas más bonitas de la provincia instalada allí.

El interior
El rey del lugar es el cemento armado. Para donde se mire, allí está. A mí me gustaría que en algún momento, en algún lugar, se le haga un reconocimiento al Barón Bertrand de Ladoucette, que a fines de los años ’80 hizo construir los huevos de cemento, ahora tan de moda. El barón se fue a morir a su Francia natal, y quien lo sucediera encontró que este formato era un desatino, y mandó transformar esos huevos en escombros para mejorar el camino de entrada a la bodega Terrazas de los Andes. Por suerte, a algunos empleados se les ocurrió ocultar uno y hoy se lo puede ver, histórico, perfecto, en la sala de los tanques de acero inoxidable. ¡A ver si se ponen las pilas con el pobre barón!

Cada ambiente de Piedra Infinita requiere detenerse y quedarse un rato observando hasta los mínimos detalles. La sala de barricas muestra también un regreso al pasado del que nunca se fueron los obstinados de la familia López, por ejemplo: se ven barricas, toneles y foudres. Toda la madera entregada en recipientes más grandes. Las barricas de 225 litros van cediendo paso a las de 500 litros, y así también se puede ver el espacio cedido por los tanques de acero inoxidable a las piletas de cemento armado, ya sin pintura epoxi, que también pasó de moda.

La chunga y el pitorreo
Porque claro, los Zuccardi cuando les hablan de agasajar son mandados a hacer. Así que prepararon una recepción con todo. El chef de la bodega, Martín Aldasoro, hipotecó sus arterias para preparar ese circuito de platos que no terminó hasta que subimos a los ómnibus que nos devolvería al aeropuerto. Va ser Martín quien también tendrá a su cargo el manejo de la cocina del también flamante restaurante de la bodega. Donde tendrá el asesoramiento invalorable de Fernando Trocca, presente en la ocasión. Julia, como responsable del área de turismo de la bodega, tendrá la tarea de atraer y encantar a los visitantes que la visiten y se queden almorzar en ese lugar único.

Había invitados provenientes de 20 países diferentes. Apareció Gastón Acurio, que fue asediado por los periodistas locales; estaba Gabriel Oggero contando sus novedades de Crizia; Gustavo Cano, diciendo que su Damblée tiene una carta con las mejores propuestas de la bodega; Pablo Rivero representando a su Don Julio; Dolli Irigoyen, íntima amiga de la familia, acompañada de Ernesto Lanusse su hijo; Augusto Saracco, llegado de Rosario; Pablo del Río se movía como un mendocino orgulloso de lo que veía; apareció el gobernador de la provincia, aprovechando la invitación a decir unas palabras para pasar sus avisos parroquiales; la farándula parcialmente representada por Lalo Mir, Fernando Bravo, Luis Bremer que nos reveló que su mejor costado no es el de panelista sino el de periodista que busca especializarse en el mundo del vino. Felipe Pigna fue acompañado de su hijo. Walter Bressia llevó la representación de Bodegas de Argentina. Para donde uno mirara había alguien conocido. Andrés Rosberg viendo todo ese movimiento se anticipaba a lo que se le vendrá cuando esté en marcha el Mundial de Sommeliers que ya está por comenzar. Bodegueros, periodistas, cocineros, dueños de restaurantes, dueños de vinotecas famosas, algún político. Estaban todos los que son, sin duda.

Conclusión
A pesar de no haber podido estar presente, se sentía que acompañaba toda la movida doña Emma Zuccardi, magníficamente representada por Pepe, sus nietos, los «muchachos» que han tomado la posta del negocio familiar, y sus bisnietos, mirando con ojos asombrados todo lo que pasaba. El marco que rodeaba todo ese montaje eran los viñedos. Esos viñedos de Malbec, Bonarda, Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Syrah, Cabernet Franc, Acellotta, Caladoc. Los viñedos que serán la paleta que le permitirá a Sebastián y su equipo elaborar esos vinos, algunos de los cuales ya son en sí mismos una obra de arte. «Por sus frutos los reconoceréis» dice el Nuevo Testamento. Sin duda que Pepe y Ana han dado unos frutos maravillosos que están a la vista. ¡Felicitaciones!

(*) Nota de Alejandro Maglione para ConexiónBrando
[email protected] / @MaglioneSibaris

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