Por Valentina Livolsi (sommelier)
Qué lindo es seguir descubriendo vinos, con cada aroma y cada sabor, con cada color que lo habita. Qué lindo es empezar otro año más compartiendo cada aventura sensorial con los que más quiero. Qué lindo es aprender siempre y seguir entrenando los sentidos.
Particularmente, esta primera semana del 2022 me encontré con tres vinos que llegaron en el momento ideal y acompañaron cada momento en que elegí descorcharlos.
A esta bodega, que es distribuida en todo el país por Grupo Baio -empresa comercializadora de bebidas y alimentos de Argentina hacia el mundo- la conocí hace un tiempo, degustación mediante, cuando hacía muy poquito formaba parte de Baio. Probé un variadito de su portfolio y pudimos charlar un montón con parte del equipo, conociendo mucho más de su historia y revelando en cada copa lo que San Juan tiene para ofrecernos.
Bodega Bórbore
Es una empresa familiar sanjuanina y su historia se remonta al año 1936, cuando el inmigrante italiano Don José Bórbore se instaló en las sierras Pie de Palo (al este de la capital de San Juan) creando una pequeña bodega e iniciando así su actividad industrial y de producción. No fue sino hasta el 2000 cuando este cuidado proyecto fue adquirido por una antigua familia bodeguera de la región, los Berzenkovich. Con ellos llegaron nuevas etapas, nuevos recursos y nuevas tecnologías, siempre con la mira en la renovación y apostando a una vitivinicultura de vanguardia. Conociendo las demandas del mercado, implementaron nuevas formas de comercialización y comenzaron a posicionarse hacia el exterior.
Bórbore busca expresar, en cada uno de sus vinos, la esencia de nuestras tierras, que se amalgaman con las tradiciones, paisajes y la gente que los habita y trabaja con sus propias manos.
Sus viñedos e instalaciones
Con más de 300 hectáreas de viñedos propios y divididos en diferentes zonas del Valle de Tulum: Finca San Martín, hacia este, en las Sierras de Pie de Palo; Finca Cochagüal y Cañada Honda al sur, y Finca Las Palmeras al nordeste. Situadas entre los 600 y 1.200 metros sobre nivel del mar, cada una tiene su propio terroir y microclima, permitiendo obtener uvas con gran concentración polifenólica y taninos dulces, resaltando los aromas y sabores frutales característicos de cada variedad.
Sus cepas más cultivadas son: de las tintas -Malbec, Syrah, Cabernet Sauvignon, Tempranillo, Barbera y Bonarda- y las blancas -Chardonnay, Chenin, Torrontés, Viognier y Pedro Giménez–.
Respecto al establecimiento, fue pensado y organizado en dos principales naves:
-La primera destinada a la molienda, elaboración y conservación del vino (se almacenan en vasijas, tanques de acero inoxidable y vasijas de cemento revestidas con epoxi).
La segunda nave está ideada para el fraccionamiento, llegando casi a las 6000 botellas por hora.
Aya: Línea reserva. En lengua huarpe significa “alma”, y fue pensado así ya que estos vinos son el resultado de un cuidadoso proceso de elaboración para extraer la “esencia” primigenia de cada varietal que integra este portfolio.
Cuentan con un Syrah, un Malbec y un Torrontés.
“AYA sintetiza el esfuerzo de muchas personas que entrega lo mejor de sí para lograr fundir en una botella, el alma de nuestra gente y de nuestra tierra para enriquecer el espíritu de todos los que disfruten de este gran vino”
Aya Torrontés: Con uvas provenientes de Zonda, Pedernal y San Martín, se cosecha entre los últimos días de enero y la segunda quincena de abril.
Elaborado con un despalillado y estrujado sutiles, se controla muy bien la temperatura de fermentación y no se realiza maloláctica. Se filtra para despejar algunos aromas fenólicos y el PH se balancea mediante correcciones de acidez. Su crianza es en tanques de acero inoxidable y aquí si aparece una fermentación maloláctica suave en contacto con roble francés por 60 días. Estacionado durante tres meses en botella.
Como resultado, un vino que nos regala notas cítricas, mucho perfume, flores y hierbas. Su acidez es suficiente para que, con su elegante cuerpo, tenga el equilibrio necesario para un buen y resonante paso por boca.
Lo abrí, y no miento, al mediodía y lo tomamos en la pile. Fue perfecto para acompañar el sol de ese día.
Aya Malbec: Uvas de los mejores viñedos ubicados en Pedernal, Zonda y Cañada Honda. Maceración prefermentativa, maceración tradicional y fermentación con varios remontajes diarios para mayor extracción de color y aromas.
En contacto con roble francés de primer uso y crianza por ocho meses. Luego de esto, pasa seis meses más en botella.
Es un vino de gran personalidad, concentrado y atractivo a la vista gracias a sus tonos violáceos y su brillo, en nariz presenta aromas a frutos rojos, flores violetas, notas minerales que equilibran perfectamente con la vainilla y el chocolate que aportala madera. Sus taninos son dulces, persistentes y finos, que ayudan a su largo final y buen perdure en boca.
Lo descorché en familia, empezando a despedir el 2021. Sumó por todos lados.
Aya Syrah: También oriundo de los Valles San Martín, Pedernal y Zonda. Despalillado y estrujado suave, maceración pre fermentativa, tradicional y maloláctica en roble francés de primer uso.
Crianza sobre roble francés y americano durante ocho meses. La decantación y estabilización se realizan de manera natural. En botella, pasa otros ocho meses antes de salir al mercado.
Un Syrah de color rojo rubí con destellos violetas, con aromas que recuerdan a moras, confites y especias, algo de vainilla y humo que aporta la madera. En boca aparecen taninos robustos pero equilibrados con el paso por boca de este tinto con dejo ahumado y largo final.
Lo abrimos para empezar la segunda temporada de Big Little Lies (con un poco de delay la verdad pero me debía es joya; ahora no puedo parar), y la verdad le sentó muy bien.
Los recomiendo porque me gustaron, porque gustaron a quienes los probaron y si tengo que elegir un favorito, el Syrah me pareció muy bien logrado, prolijo y RI-CA-SO. Si se lo espera unos tres o cinco años más, puede mejorar aún más.
Son vinos que quedan bien para muchos momentos, y para mimarse un poco mientras se arranca un año que no dudo tendrá vaaarias sorpresas más. Ya un poco curados de espanto estamos, ¿no?
¡Salud!