Notas Vínicas: Un blanquito para el «refill»

Por Valentina Livolsi (*)

Escribir esta nota me costó muchísimo. No por el análisis del vino en sí, sino porque estaba vacía. Vacía de palabras, de energías, de enfoque. Sin ir más lejos, todavía le doy vueltas, me distraigo, se me va la mirada hacia afuera y le invento vidas a los que pasan caminando.

“Bueno ese señor hoy se podría llamar Esteban, miralo como anda, todo tranquilo.. Y bueno, es sábado al mediodía, seguro se levantó tarde y se va a desayunar a la plaza…”. Así, hasta que me impongo (e imploro) terminar esta nota; me insisto, me reto, pongo plazos horarios para, a tal o cual hora, dejar todo enviado.

¡AY NO! Juegos Olímpicos. La Selección Argentina de Voley se lleva la medalla de bronce. “Y las manos arriba de todos los pibeeee” ¡AY NO! Otra vez, Tina, otra vez te fuiste por las ramas, dale terminá la nota que el sino vas a perder el día entero. ¿Y si pierdo todo el día? ¿Qué tan malo puede ser?

¿Cuándo fue la última vez que no pensé en perder el día como una tragedia? Es que tengo varias cosas más por hacer, y si me cuelgo después se me amontona todo y estoy pasada de vueltas.., Y bla, bla, bla.

Vengo de semanas muy difíciles, de demasiadas pálidas y sensación de ahogo que encima, trasladaba a los que más quiero. Y ese, para mi, es el límite.

¿No les pasó alguna vez, de querer reiniciarse como a los celulares cuando se tildan? Un simple movimiento de ON-OFF y volver al ruedo más livianos, más libres de tanta presión, más.. ¡Uy! Ya casi son las dos de la tarde. ¿Ven? Me quiero ir a dormir la siesta al solcito.

Ahora lo entiendo, está bien sentir así. A veces es necesario frenar con todo de un cimbronazo y resetear. Pero estaba vacía. De verdad. Necesitaba un refill de emociones e ideas. Tuve suerte, sin querer me inspiré gracias a la no inspiración.

En medio del caos, ahí estaba este Viognier de Bodegas Bianchi todo bonito y perfumado esperando por mi en la mini cavita. Ni lo dudé. Le metí frío, hice mi ritual de cada descorche para los análisis y las notas, y acá estoy un sábado pasadas las 14 hs., con Babasónicos de fondo y una copa en mano. Prometo no chusmear a los transeúntes y ponerme a pensar en sus vidas.

El vino que fue musa

Como adelanté, la nota de hoy es sobre un Viognier que me encanta, que llegó a mis manos gracias al equipo de Bodega Bianchi, quienes encima me tratan siempre con mucho cariño y son súper profesionales.

Esta noble uvita blanca es originaria de la región del Condrieu, al norte de Côtes du Rhône, Francia y es prima hermana de la uva tinta italiana llamada Nebbiolo. Un estudio realizado en 2004 demostró que su ADN es alpino, y aún así su procedencia sigue siendo un misterio para otros, ya que se piensa que data desde el antiguo Imperio Romano.

Si nos adentramos un poco más en la historia, se cuenta que el emperador arco Aurelio Probo –Probus– introdujo esta cepa en la región francesa desde Dalmacia, para reparar el daño a las plantaciones que había causado Vespasiano, quien arrasó con ellos ya que, según él, los ciudadanos se habían rebelado debido al consumo en exceso de vino (¿todos de acuerdo en que nació con el corazón ortiva este señor Vespasiano, ¿no?).

Con el tiempo, esta variedad se fue trasladando a zonas como Chateau Grillet, convirtiéndose así en una uva típica del Valle del Ródano. De igual manera, su reinado llegó a tierras como Italia, España, Suiza y Austria. Fuera del Viejo Continente, se la encuentra en Estados Unidos -California principalmente-, y también en Australia, Brasil y Argentina.

Es una uva un tanto difícil de cultivar ya que es bastante propensa a enfermedades y afecta de este modo su rendimiento. Por otro lado, y casi impensadamente, soporta muy bien las sequías.

Su cosecha es temprana, como así también el brote de sus flores, haciéndola propensa a las heladas primaverales. Se usa también para “aclarar” uvas tintas. Se descubrió que las uvas blancas, en la cofermentación, aportan a las tintas más brillo, aromas más exóticos y mejor acidez. El dúo más conocido y cada vez más querido es el de la Syrah-Viognier, por ejemplo.

Todo esto, se fusiona para dar como resultado vinos finos de colores dorados y brillantes, de alto contenido alcohólico y gran carga aromática floral ( blancas, violetas) y frutal (exóticas como melón y durazno). Son vinos cremosos, de elegante cuerpo y casi siempre sedosos.

Si este varietal en su vinificación tiene paso por barrica, expresa notas a panificados, frutos secos, miel y especias.

Bianchi Viognier 2020

Este blaquito enamora a primera vista con su color amarillo intenso y reflejos dorados, brillante y limpio. En nariz, sorprende con notas a flores blancas como jazmines y azahar, a frutas de hueso tales como duraznos y damascos, intenso y prolijo.

En boca, su paso es suave pero con carácter, dejando notar algo de mineralidad y buena acidez que amalgaman todo perfectamente.
Yo lo abriría sí o sí para platos como mariscos, paellas y hasta comida thai con buena intensidad y picantes.

Es ideal para disfrutar al solcito y en la comodidad del hogar. Este Viognier me ayudó con el refill de palabras e ideas, como así también de las copas.
Recomiendo no parar de tomarlo y disfrutarlo.

Gracias a Bodegas Bianchi por seguir confiando en mí y lo que tengo (y a veces no tanto) por decir.

Salud!

(*) Sommelier.

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