Notas Vínicas: Tres “santas latas” para cerrar un mes fantástico

Llegan las últimas semanas del año y con ellas, los últimos esfuerzos. Lo di todo. Lo estamos dando todo, todos, creo yo. No queda otra. 

No hay nada mejor que cerrar ciclos, finalizar etapas. Todo fue fructífero.

Luego de otro año atípico pero colmado de novedades, puedo decir que todo marcha bien. 

Esta nota será a modo de cierre de mes, dando inicio a un diciembre que se viene movidito pero lo vamos a encarar como se debe. Con buenas horas de sueño y vino. Ah. Cuál era esa ecuación. 

La última semana de noviembre yo no daba más. Un zombie que pasaba de los libros a la compu, de la compu a la cama y así en un loop eterno. Igual me encanta, que sé yo. La adrenalina pre exámenes. El glorioso despertar cuando ya todo se aprobó (o no, el sueño que le sigue es igual de reparador) y sabés que te podés estirar quince minutos más entre las sábanas. 

Entre libros, compu y exámenes: nuevamente #LaGurmet. Dentro de ella, todo es rico. Todo es distinto. Y esta vez, como para romper un poco con lo tradicional: latas de vino. Sí, sí. Las famosas y polémicas latitas de vino. 

Digo polémicas ya que, al ser un formato al que no estábamos acostumbrados, marcó un antes y un después a la hora de tomar vino. La lata está pensada para este estilo particular: jóvenes, frescos y simples al paladar –no por esto menos ricos– ideales para tenerlos fríos en la heladera y abrirlos al lado de la pile o con una linda picada descontracturada. La lata no influye en la sanidad ni en sus características y, ya que son estilos para tomar bien fresquitos, este modelo acompaña perfectamente. 

Ahora bien, pues claro que la bodega en sumar sus latas a #LaGurmet fue Santa Julia, de las que ya les hablé no hace tanto pero nunca está de más un refresh rápido: entre los años  1950 y 1965, el Ingeniero Alberto Zuccardi, de bodega Zuccardi, no solo fue pionero en investigar y llevar a cabo nuevos sistemas de irrigación en Mendoza, sino que también implantó un viñedo en la zona de Maipú para poder demostrar la viabilidad de un sistema de riego creado por el. Apuntaban a lograr vinos de alta calidad, y entre todo esto nace Julia en 1982, nieta de Alberto e hija de José Zuccardi; segunda generación de la familia en su proceso de expansión. En su nombre, nace esta reconocida bodega y, a partir de 1990, comienzan las exportaciones de la marca y representa a la Argentina en todo el mundo. Para continuar sumando logros, aparece en escena Rubén Ruffo como enólogo, quien ya lleva más de 30 vendimias en estas tierras. 

Con el paso del tiempo, se decide plantar diferentes varietales poco convencionales para el momento en nuestro país –contando actualmente con más de 35 cepas que se adaptaron perfectamente a la zona de cultivo–, se inaugura una nueva bodega pequeña y experimental para microvinificaciones, siendo así una época de grandes cambios y crecimiento no solo de producción sino de la  de las nuevas generaciones de la familia. 

No quiero dejar de remarcar l​a filosofía de trabajo en Santa Julia, que está marcada por la labor sustentable, representando el compromiso para alcanzar los niveles más altos de calidad mediante prácticas que contribuyen al cuidado del medio ambiente y dan valor a la comunidad que habitan, gracias a prácticas como la elaboración de fertilizantes naturales para sus suelos como la composta (10.000 toneladas al año) y el humus de lombriz adicional a la plantación de verdeo (cebada, centeno, vicio y sorgo), para la salubridad de sus tierras. 

Su primer vino elaborado en lata fue el ya conocido “Chenin Dulce Natural”, un éxito en góndolas y restaurantes. Para el mercado interno, sumaron también y hace bastante poco, el Santa Julia Organic Rosé, un Tintillo (malbec-bonarda) y un Tinto Dulce en formato 269ml. 

Santa Julia Orgánica Rosé: Un rosadito de Malbec orgánico que nace de viñedos certificados, insistiendo con su enfoque en la agricultura sostenible, respetando el medioambiente y la biodiversidad de su lugar de origen. Su color piel de cebolla es divino y super elegante. Con notas de frutos rojos -cerezas y frutillas-, de sabor untuoso con paladar fino. 

Tintillo: Me encanta. Elaborado con uvas Malbec y Bonarda mediante “maceración carbónica”, ( los racimos se fermentan enteros dentro de cubas cerradas y sin oxígeno, obteniendo así vinos muy frutados y aromáticos, de más color e intensidad. Técnica usada para tintos jóvenes sobre todo). De color violeta intenso y aromas que recuerdan a frutillas, frambuesas y cerezas muy característicos de esa maceración. En boca es jugoso, con una buena acidez natural y frescura. 

Santa Julia Dulce Tinto:  100% Bonarda, para el postrecito. Destacan  sus aromas a frutas rojas frescas y su sabor delicado, sutilmente dulce, características que lo hacen muy fácil de beber y adaptable a diversos paladares y situaciones. Insisto. Para el postrecito. O beberlo de postre, ojo. 

Rompamos con los estándares clásicos y disfrutemos del vino en todas sus formas. 

¡Salud!

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