En el vino, como en casi todo en la Argentina, hay una grieta: están los que beben vinos suaves y los que eligen tintos fuertes. Pero como también sucede con muchas otras situaciones en el país, lo curioso es que de un lado y del otro no está claro qué es cada cosa. Sin embargo, los bandos están. Por eso, en plan de llenar de grises la distancia entre los extremos y tender algunos puentes entre dos irreconciliables mundos, proponemos un recorrido por las variedades tintas que van desde las más suaves a las más fuertes. Pero, primero, hay que hacer un pequeño rodeo para darle anclaje a esos dos términos.
¿Fuerte o suave?
Se sabe: lo que es suave para unos puede ser fuerte para otros. En materia de vinos, sin embargo, conviene pensar diferente. Si hablamos de intensidad de sabor, la cuenta dará una cosa. Pero si hablamos, como hace una mayoría, de la suma de cuerpo + taninos + intensidad de sabor, un vino suave será el que aporta pocos decibles de esta trilogía, mientras que fuerte será el caso opuesto.
La razón es simple: mientras que el cuerpo depende en gran medida del alcohol (a mayor graduación, más cuerpo), los taninos suman a la estructura y apuntalan el cuerpo, al mismo tiempo que se vuelven un poco rústicos si el grado alcohólico es elevado. Todo eso, sumado a intensidad de sabor, hacen que el combo esté pitcheado hacia arriba, lo mismo que sucede con un bafle potenciado.
Qué vino es más suave
Pinot Noir. Es la más suave de las tintas, oriunda de la Borgoña. Cuando está bien hecho ofrece un cuerpo tan ligero que resulta casi etéreo, como el de un blanco. Apuntalado generalmente en una rica frescura, un buen Pinot tiene textura de nube y perfumes frutales radiantes. La madera puede o no ser un dato extra, pero mejor si no es evidente. Lindos ejemplos en esa línea son Domaine Nico Grand Mere, Catalpa, Salantein Reserve y Saurus que es accesible y rico.
Garnacha. Donde está plantada en el país, en zonas calientes, esta uva mediterránea da vinos de cuerpo de ligero a medio, con textura de algodón y frescura moderada. En otras latitudes no es así. Pero lo que hay en el mercado local es el paso justo para quienes busquen subir un punto a la suavidad del Pinot y explorar otras variantes. Algunos ricos vinos son: Ver Sacrum y Estancia Los Cardones Tiger Stone.
Syrah. Hay dos modelos para esta uva: están los que provienen de zonas frías, más apretados y de aromas especiados y de fruta negra; y los de zonas calientes, más golosos y sueltos, con baja frescura. En ambos casos, sin embargo, hay algo que vincula a estos dos perfiles para ser el eslabón perdido entre las variedades suaves y las que empiezan a ofrecer otra propuesta: la austeridad de paladar. Es como si fueran huecos y de escaso sustento, por falta de taninos, aún cuando están llenos de sabor. Un lindo ejemplo, aunque cuesta un billete, es Iscay, más terrenales Finca Sophenia, Trivento (aunque no es fácil de hallar) y Pyros, apenas más subido de tono.
Malbec. Oriunda de Burdeos, esta variedad encontró en Argentina una expresión franca que responde muy bien a los cambios de terroir. Ahora bien, si hay un detalle que caracteriza a un Malbec bien hecho es la amabilidad y el paso carnoso de taninos moderados, con buen cuerpo. Si viene de una zona fría como el valle de Uco, será un poco más apretado de taninos y con mayor cuerpo y frescura. En todo caso, un buen Malbec nunca pierde el carácter gentil. En este link están todos los mejores del INFORME MALBEC del año pasado en una gama de precios razonables. Sobran ejemplos.
Cabernet Sauvignon. En el imaginario general es la más fuerte. Pero aún faltan algunos escalones. Sí es verdad que ofrece estructura y taninos, pero si está bien hecho el balance es lo suyo. Joven, puede resultar áspero. Pero en la medida en que pasa uno o dos años en botella se acomoda y resuelve hacia la textura aterciopelada, sin perder la firmeza de su estructura, como una buena porcelana. Su pariente el Cabernet Franc es un punto menos en todo, y más herbal. En el mercado local el Cabernet Sauvignon, sin embargo, es una figurita difícil, que destaca especialmente en el Norte. El Esteco ofrece uno muy fino, aún mejor si lleva uno o dos años en botella, un punto más rústico es el sorprendente Domingo Molina; Luigi Bosca en un plan clásico y con cierto trazo de morrón; mientras que Lagarde Guarda es bien elegante. Tres fijas de la alta gama son D.V. Catena Vineyard Designated La Pirámide, Pulenta Estate III, y Rutini Single Vineyard.
Petit Verdot. De moda entre los consumidores que aman las emociones intensas, el Petit Verdot resalta entre los vinos fuertes por dos razones: sus aromas mentolados lo vuelven intenso, mientras que unos taninos firmes y jugosos le dan una textura correosa, como tensión áspera. Desplegado de esa forma, el cuerpo –que suele ser medio a bueno– es un dato menor. Paladares en busca de emociones fuertes, anoten: Doña Silvina, Lorca Poético y Tucumen.
Tannat. Su nombre proviene de los abundantes taninos. Ofrece buen cuerpo siempre y, si está cosechada en su punto, cierta frescura que apuntala toda la estructura hacia el volumen y el peso. Sobremaduro, sin embargo, puede resultar algo fofo, aunque nunca ligero. Dos extremos posibles son los Tannat uruguayos, con taninos firmes, y los calchaquíes, con taninos pulidos. Va de las frutas negras a las especias en todos los casos. De Uruguay, entre los intensos, Bouza, Garzón Reserva y Artesana. Para los salteños, Amauta, Coquena y Finca Notables.
Suaves o fuertes: ¿Por qué extremo empezar?
Este viaje es muy personal. Pero si se pudiera sugerir un orden ideal, sería salteándose variedades de dos en dos, y luego volver a repasarlas de una en una hasta reconocer qué vino es más suave y cuál resulta más fuerte. Así las diferencias más dramáticas del comienzo ganarán grados cuando cada escalón quede completado. El dato extra es en rigor el más importante: conviene encarar el viaje con un grupo y llevar una botella cada uno, así las prueban al mismo tiempo.
Fuente: https://vinomanos.com/