Balance del Mundial de Sommeliers

Por Alejandro Maglione (*)

Pasa, todo pasa
Imagino a los organizadores locales quitándose los zapatos, desabrochándose los cuellos de las camisas -los pocos que se los abrocharon- desparramados en un sillón y mirándose como diciendo: «¿Y?».

El tsunami de sommeliers había pasado por Mendoza, por la Argentina. Los primeros días, como lo hice notar en numerosos posteos, el país ignoró casi totalmente el batallón de especialistas. De periodistas venidos de todas partes del mundo. Las bóvedas de Báez impedían que se filtrara otro tema, y menos aún si era una buena noticia que podría importarle a otros en el mundo.

Tras la reacción tardía, y cuando la cosa pintaba para que ganara «nuestra» Paz Levinson, la cosa se empezó a calentar algo. Los diarios mendocinos comentaban el revuelo en las páginas del interior. Los canales de alcance nacional no se sintieron convocados. Eso sí, no se le niega una cámara a la Fiesta de la Torta Frita.¡por suerte! Porque también se merece una cámara.

Presidente presente
En el cierre, alguien le sopló al Presidente Macri «ché, la cosa fue pesada en serio..», y entonces alguien le acercó para que firmara el decreto que recuerda que los vinos espumosos son vinos. ¿A qué viene esto? A que a alguien se le ocurrió una vez que los vinos espumosos son una bebida suntuaria, para ricos, para pocos. Esas cosas que tienen los que redactan normas, porque nunca se les ocurrió hacer el silogismo: «Si el vino es alimento. Y los vinos espumosos son vino. Luego los vinos espumosos son alimento».

¿Qué se producen en enorme cantidad? No importa. ¿Qué cuestan en promedio menos que los vinos de media y alta gama? No importa. ¿Qué hoy se los bebe habitualmente como cortesía del restaurante mientras se mira el menú? No importa. El funcionario dijo: le aplico un gravamen y chau. Nunca un funcionario será reprochado por su jefe por haber inventado un nuevo gravamen.

Conclusión: de regalo de fin de fiesta, el Presidente regaló una nueva prórroga para que este gravamen no se aplique directamente, sino que se descuenta de inversiones. Bien hecho. Pero faltaron autoridades nacionales de todos los colores que hicieran acto de presencia. Motivos no les faltó.

Criticones de siempre
En las redes sociales todos era elogios y alegrías, salvo aquellos que incluso siendo mendocinos, en medio de la fiesta, prefirieron largarse a criticar. Uno, mendocino, repito, dijo: «Me contaron que la organización es un desastre». Los de afuera elogiaban sin retaceos a todo lo que había montado la Asociación Argentina de Sommeliers, con el trío formado por Andrés Rosberg, Alejandro Iglesias y Alejandro Martínez, como caras visibles de un enorme equipo de respaldo. Una local, María Laura Ortiz, que era imposible entender como desde su cargo de Coordinadora General, lograba manejar a este conjunto estrellas, muchos con pretensiones propias de horarios y facilidades.

Uno de los contreras salió y dijo: «Me dijeron -siempre la información no era propia- que no tenían ni trapos para fajinar las copas». El buen periodista no elabora sus notas a partir de Wikipedia, sino buscando información de primera mano. Roberto Colmenarejo, cordobés y sommelier de raza, era uno de los fajinadores. Le envié el posteo donde se decía esto y me dijo: «Alejandro, fajinamos 45.000 copas y sobraron los elementos necesarios para hacerlo. Ese señor miente».

El futuro de los sommeliers
Me gustó lo que dijo Jon Arvid Rosengren, que a la postre se consagrara como Mejor Sommelier del Mundo 2016: «No me gusta ser formal. En mi restaurante trabajo vestido con un jean. La cualidad más importante de un sommelier debe ser la humildad y poder acercar a la gente al mundo del vino». Más sencillo imposible: el palabrerío floreado aleja a los consumidores en lugar de atraerlos.¿Lo lograremos entender de puertas adentro?

Este señor reúne en su persona todos los títulos mundiales disponibles en la materia: esto lo hace único en el mundo. Hasta la reina de Inglaterra terminó por distinguirlo como Oficial de la Orden del Imperio Británico. Francés, originario de un pueblito cercano a Lyon, termina casado con una dama inglesa, se muda a Inglaterra, se nacionaliza inglés e instala con su esposa Nina un pequeño hotel: el Terravina, ubicado en la localidad de New Forest, próximo a Southampton, en el condado de Hampshire, Inglaterra. Cuenta que tanto lo cargosearon que por ser francés debía saber de vinos..¡que se puso a estudiar! Graduado con honores comenzó una carrera rutilante que nunca se hubiera imaginado.

Llegó a Mendoza en esta oportunidad como Presidente del Comité Organizador Internacional; pero visitó Argentina en el 2001, 2005, 2009, 2011 y ahora. Le pregunto que va encontrando con cada visita: «Que cada vez que vuelvo veo que la calidad del vino argentino sigue mejorando continuamente».

Profesional al fin, los gemelos que luce en su camisa de smoking representan el logo de Dom Pérignon, co auspiciante del campeonato. A pesar de que viaja constantemente, adora vivir en su pueblito inglés, y jugar con su perro boxer. Le pregunté como era para un francés vivir en una tierra sin vinos, me contestó: «bueno, Inglaterra está haciendo un buen champagne».

Elogió la organización que se montó en nuestro país. Le agradó que concurrieran tantos competidores de 58 países diferentes, incluido un ciudadano chino que fuera distinguido como mejor sommelier de Asia y Oceanía. Su concepto del sommelier es coincidente: «Debe hacer que el vino sea un producto amigable para la gente común». Hacer el vino fácil para la gente.

Gerard es un tipo de persona que uno puede esperar ser amigo de él algún día. Como que se despidió diciéndome: «Te espero en New Forest cuando desees venir». Y para que no tuviera dudas, me envió un mail ese mismo día, con sus datos, para que lo encuentre cuando me decida.

Mi crítica
Nadie puede dudar de mi respeto por Francis Mallmann, pero creo que a las bodegas les faltó ingenio a la hora de actuar de anfitrionas. Fueron más o menos 5 las comidas que se ofrecieron, y en tres estaba presente Francis, con propuestas llameantes, con algunas variaciones escenográficas y resultados finales semejantes. Algunos me dijeron: «Los cocineros mendocinos no se atrevieron». Periodista no Wikipedia, me fui al bulto a Pablo del Río que lo tenía a mano: «Alejandro a mí no me contactó nadie. Vos me viste encarar la movida de Cheval des Andes y creo que salió muy bien». Sí, salió muy bien, lo recuerdo perfectamente. ¿Entonces? Una fuente bien informada me dijo: «Algunas de las comidas se organizaron directamente del exterior, y con Francis sintieron que podían dormir sin frazada».

Como sea, sostengo el punto para próximas tropelías: contraten a Mallmann, pero no se olviden de que a pesar de su confeso amor por Mendoza no es mendocino. Y los cocineros mendocinos merecen que se les permita mostrar su arte cuando se monten escenarios de tal magnitud. Quizás los profesionales nucleados en CO.ME. tengan algo que decir.

Conclusión

Lo dicho ya repetidas veces: fue un orgullo para la Argentina este logro de la Asociación Argentina de Sommeliers. Un orgullo de la forma en que Mendoza hizo lo suyo colocando la vara muy pero muy alta. Todo lo que se deba corregir a futuro, que se haga en mesas de trabajo, sin exponer carencias ni resentimientos en redes sociales. Ah, y sobre todo no nos olvidemos: Paz Levinson ganó para nuestro país el cuarto lugar en el mundo como Mejor Sommelier. Gerard Basset hizo 6 intentos antes de ganar el preciado título, por lo tanto: ¡Tenemos que estar MUY orgullosos!!!!

(*) Nota de Alejandro Maglione para ConexiónBrando
[email protected] / @MaglioneSibaris

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