Alma Minera, en el Valle de Calamuchita: la historia de la bodega más original de Córdoba

Por Valentina Livolsi (*)

Una pequeña introducción:

Los Cerros Negros es un proyecto minero enclavado en medio de las Sierras del Sur cordobés y a casi 40 km de la localidad Río de Los Sauces, la zona más al sur de Calamuchita. Este yacimiento actualmente está en manos de la tercera generación de la familia Martínez, quienes invitaron -a un grupo de periodistas de Córdoba y de la mano de Philia- a disfrutar de todo lo que rodea a este lugar inhóspito, que de cierta manera da vida. Es su filosofía la de “devolver más de lo que la naturaleza les regala”.

Es ahí donde radica la diferencia: estos grandes productores de fluorita -exportan a países como Brasil y Chile- prepararon el terreno durante años para dar rienda suelta a un viñedo de altura.

Mediante remediación ecológica de los suelos, se reutilizaron escombros de la producción para crear un terroir apto para las vides y su cultivo, producto de todo un proceso de trabajo in situ, durante años, para la sustentabilidad y el cuidado del medioambiente -y que ya lleva
tres cosechas-. Ponerle valor a algo que a simple vista, parecía no tenerlo.
Dar vida a algo tan… no, la roca también vive, o vivió.

El predio de Alma Minera.

Un poco de geografía, clima y suelos:

La minera fue descubierta en 1940 -época de mayor concentración- para luego ser abandonada hasta 1980, año en que fue adquirida por la primera generación de la familia.

En este lugar cercano a Río de los Sauces, donde se ubica el proyecto, existe un punto de quiebre: el Arroyo los Vallecitos y por otro lado el batolito del Cerro Áspero -planicies de roca de 400 mts2- y que emergieron hace 400.000.000 de años.

Aparecen luego tres plutones o “ríos de magma” quebrando y rompiendo la roca. Algo así como la génesis de la aparición del flúor, que va formando “venas” en las rocas.

El yacimiento está a la vista, dispuesto en taludes. Al estar ubicados sobre cursos de nacientes de agua, también existen diferentes granulometrías es decir, diferentes tamaños de rocas.

Los suelos son artificiales, pensados y armados para la viticultura y para drenar el agua de las precipitaciones, que en esta zona son mayores a los que necesita la vid. Abundan el flúor, el feldespato, el hierro, la piedra caliza, etc. Ubicado a 1300 msnm hay una excelente amplitud térmica, buena insolación y buenos vientos. Las uvitas, felices y cuidadas.

Imagínense que, para llegar a la minera, fuimos en diferentes camionetas 4×4 desde Río de los Sauces: un camino intenso, serpenteante y con paisajes hermosos. Consejo, no ceben mate, es una trampa.

El paisaje.

Marcar la diferencia:

La minera, según nos contaba Gonzalo Martínez -ing. agrónomo– al comenzar con este proyecto de revalorización de materiales activó un pasivo -piedra sin valor comercial- que es el granito, volviéndose sustrato y sustento del viñedo.

Además de trabajar y preparar un suelo especial para la vid, este proyecto cuenta con un parque solar buscando disminuir la huella de carbono -usando Hidrógeno en un futuro- a través de un controlador híbrido.

Toda el agua del lugar forma parte de un circuito cerrado. Nada se pierde, todo se transforma.

Escenas de viñedo.

Recorrido por el viñedo y bodega:

Junto a la familia, recorrimos las instalaciones mate en mano y cuaderno siempre apuntando. Nos frenamos en el viñedo, puesto que todavía quedaba por cosechar -el terroir así lo dispone- charlamos, preguntamos y hasta logramos ver a un par de cóndores que pasaban por encima nuestro, poderosos y elegantes.

Comenzaron plantando ocho varietales, realizando la primera cosecha luego de tres años y con muy buenos resultados. El viñedo cuenta con más de 3200 plantas, un rendimiento aproximado de 17kg de uva por hectárea, con un resultado de 12.000 botellas estas últimas cosechas es decir, 9000 lts de vinito para conocer. Trabajan el viñedo desde el estímulo cuidado para conocer a sus plantitas y aprender a manejarlas.

Ahí mismo, un parate con el mediodía fresquito y hermoso: picada gran en el viñedo y empezamos con los descorches: el primero, Elvira, un blanquito cofermentado en honor a su abuela -Sauvignon Blanc y Chardonnay- fermentado en barrica. Mucha fruta cocida, hierbas, algún que otro dejo láctico. Manzana verde, ruda, cáscara de cítricos.

Elevamos los sentidos y pasamos al Alma Minera Rosado cofermentado -Malbec y Tempranillo- de muy buena estructura y mucha fruta roja y negra en nariz.

Rafa Brico, el enólogo, nos esperaba en las instalaciones para vivenciar una molienda ao vivo. Claro que le pedí juguito de uva, ri-ca-zo. Las preguntas seguían, las respuestas siempre claras. A mi juego me llamaron, así que aproveché y nos quedamos con Santiago probando cositas directamente de las barricas y los tanques. Yo, encantada.

El viñedo.

El convite:

Dos mesazas en medio de pinares nos esperaban para un desfile de platos exquisitos que se fueron sucediendo entre los tres tintos que terminan de componer el portfolio -por el momento, pues se vienen cositas- mientras la charla continuaba y seguíamos conociéndonos.
Menú veggie: provoleta asada, cherries y albahaca. Berenjena asada rellena con verduras al horno, impecable. El postre, boccato di cardinale: peras al Malbec -obviamente su Malbec- con crema montada y praliné de frutos secos.

Uno de los vinos.

ALMA MINERA MALBEC: Tonos violáceos con destellos rojos, brillantes. Vino joven, con mucha fruta crujiente y de taninos dulzones, buena acidez, mineral. Fresco, vivo. Ideal para tomar mientras arrancás El Amor después del Amor.

ALMA MINERA ROBLE: Con tonos rubí oscuros profundos y reflejos violáceos y azules, típicos de este varietal. En nariz, frutos rojos en su madurez justa, notas florales a violetas. Regala delicados dejos a vainilla, aportados por su paso por barrica de roble francés. En boca es robusto, vibrante. Frutos rojos maduros, astringencia media y taninos dulzones.
Vino equilibrado y elegante. Ideal para cuando baje un poquito la temperatura y te mandes unas buenas pastas.

HERIBERTO 2021: En honor esta vez a su abuelo, se mandaron un corte que me encantó: cofermentación de Tannat y tempranillo, posteriormente se suma Malbec al empezar la crianza. Vino color rubí profundo con vetas negras azuladas. Aromas a frutos rojos, con notas más oscuras -higo deshidratado, pasas de uva- aportados por la barrica. En boca, un vino power, aterciopelado, elegante. De acidez equilibrada, taninos maduros
pero sedosos. Recomiendo tomarlo con alguna lectura de Leila Guerriero, porque este vino te llega al corazón al igual que sus palabras.

(*) Sommelier

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